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Lo que una vez fui.

Lo que una vez fui.

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Elías Thomas Borní, es un empresario reconocido de la ciudad de Ábsit, pero no es reconocido por su buena reputación, sino por su pésimo carácter y que cada una de las secretarias que entran y salen cada semana las ha hecho suya y no hay ninguna que se resista, pues los atributos de Elías son los deseado por todas las mujeres, pero se verá desesperado cuando contrate a una secretaria la cual no prestará ni el más mínimo interés, lo que hará que Elías haga cosas que jamás ha hecho por ninguna mujer. ¿Podrá esta secretaria caer en las trampas de Elías? O más bien ¿Elías caerá en la trampa de tan bella mujer?

Capítulo 1 Mudanza

Vanessa después de cinco horrendos años de vivir en casa de su tía, Martha, ha decidido mudarse a la ciudad de Ábsit junto a su pequeña hermana Sofía de tan solo 10 años de edad, desde la muerte de sus padres a Vanessa le ha tocado cuidar de su hermana al igual que trabajar para la odiosa de su tía como su sirvienta con tal de tener un techo en donde dormir y que vieran por su hermana mientras ella iba a trabajar por fuera para llevarle más dinero a su tía, después de ahorrar el dinero suficiente ha tomado el coraje de irse lejos en un viaje sin retorno, a casa de su amiga de infancia; Paola,

será un largo viaje para Vanessa y su hermana, pero cualquier lugar será mejor que aquel infierno en el que vivió.

Mientras Vanessa va junto su hermana hacía su nueva vida, en la empresa Borní todo está de cabeza, más con un jefe que amanece de pésimo humor cada que una de sus secretarias deja el empleo sin explicación alguna y le toca buscar a una en la última hora.

―Me has conseguido una nueva secretaria, necesito una maldita nueva secretaria, las anteriores han sido de lo peor, no me han servido para nada, solamente para satisfacer mis necesidades, así que será mejor que me consigas una nueva empleada pronto o de lo contrario serás tú la despedida ―espetó Elías.

―Está bien, he conseguido una, pero tardará una hora en estar aquí ya que como mi llamada ha sido a última hora estaba en otro sitio ―respondió Fátima dejando unos documentos sobre el escritorio, saliendo de ahí.

―Elías, Elías desde cuando te has vuelto así ―bufó Richard, mientras cerraba la puerta.

―Si has venido aquí a decirme tus estúpidos consejos vete por el mismo lugar por el que has venido Richard, no quiero ver ni escuchar tu patética vos ―soltó.

―Lo haré me marcharé, pero te diré algo, aunque no quieras escucharlo, un día las mujeres se cansaran de tus atributos y de que te diviertas con ellas y aquí estaré yo, burlándome de tus estupideces que has hecho; como el mejor amigo que soy ―soltó cerrando la puerta de golpe.

Elías quitó su agenda de la mesa y la aventó contra la puerta, pues las palabras de su amigo le habían dado en ese punto que le dolía y le ardían las verdades de su amigo, después de todo eso eran, eran verdades de parte de su amigo Richard para él que solamente quería una secretaria para satisfacer a su miembro que siempre estaba deseoso por ser tocado por alguna bella mujer.

―Señor Elías, su nueva secretaria ha llegado ―habló Fátima al otro lado de la puerta dando tres golpecitos.

―Está bien Fátima déjala pasar ―respondió Elías mientras acomodaba su saco y corbata

― ¡Buenas tardes, señor Elías! Soy Paola Münch, he venido para la entrevista de trabajo ―habló.

Elías la miró de pies a cabeza, pues Paola era una joven bellísima, sus ojos azules, cabello rojizo y tez clara la hacían ver perfecta ante los ojos de Elías, más con esa ropa que a pesar de que no mostraba nada a diferencia de sus secretarias anteriores, remarcaba los atributos de la joven, que al ver que Elías no apartaba su mirada de ella empezó a sonrojarse.

―No se diga más ¡Estás contratada! ―sonrió de manera picara.

―Pero ¿si ni siquiera me ha preguntado nada y ya estoy contratada? Es una locura ―remarcó lo último Paola sin entender nada.

―Si a como lo has escuchado, estás contratada empiezas desde ya, así que empieza a trabajar, debes de mantener al día todos y cada uno de estos papeles que están sobre mi escritorio, en orden alfabético y sin una pisca de suciedad ―señalo Elías la columna de documentos que estaban sobre su escritorio.

Paola empezaba a entender porque no le duraban mucho las secretarias a Elías, era un completo quisquilloso y pervertido jefe, trataría de resistir trabajar el tiempo que fuera necesario mientras conseguía un empleo mejor con un jefe que le diera su lugar, pero lo que más deseaba en esos momentos era tener la fuerza interior suficiente para no caer ante la belleza y coqueteo de aquel hombre, pues debía de recordar que era su jefe.

―Paola, ve a traerme una taza de café amargo ―habló Elías.

Elías no despegaba su mirada de Paola, pues en su mente solo estaba pensando en cómo hacerla suya, tenía muy en claro que ninguna mujer se resistía a sus encantos y ella no sería la excepción. Paola se levantó de su asiento caminando hacía la cafetería que si no mal recordaba la había visto en el segundo piso de la empresa, pues ese era el lugar de relajación de todos los trabajadores en su tiempo libre y le agradecían a Elías por haber hecho una cafetería.

― ¿Eres la nueva trabajadora de Elías? ―preguntó uno de los trabajadores.

―Sí, así es, soy Paola la nueva secretaria del señor Elías ―sonrió

―Entonces ya debes de saber la fama que tienen sus secretarias ―comentó tomando un sorbo de café.

― ¿La fama? ―cuestiono confundida.

―Si, se dice que todas las secretarias que han trabajado para él han pasado por él, por cierto, soy Richard Black el mejor amigo de Elías―sonrió marchándose de ahí.

Las palabras de Richard habían sacado de lugar a Paola olvidándosele por completo que su jefe le había pedido un café amargo; echándole azúcar de más. Mientras iba de camino a la oficina de su jefe no podía sacarse de su cabeza lo que había dicho Richard, eso le dio un impulso más para no caer en la trampa de su jefe y recordar que era su jefe.

―Te has tardado demasiado, si sigues así de lenta no darás la talla en este trabajo, debes de ser rápida para todo ―remarcó Elías lo último ― ¿Qué mierda es esto? Te pedí un maldito café amargo y me has traído un café que me subirá aún más el azúcar ―gritó después de tomar un sorbo de café.

―Lo siento, no volverá a suceder, iré a traerle otro café ―se disculpó limpiando el escritorio de Elías.

―No, no me traigas nada se me ha quitado las ganas del café, saldré un momento, si alguien viene a buscarme atiéndelo ―ordenó Elías cerrando la puerta de golpe.

Aquel día de trabajo para Paola había sido un calvario, desde empresarios importantes hasta las que fueron las secretarias de Elías habían llegado a buscarlo esa tarde y el no aparecía por ningún sitio, Paola agradecía que al llegar a casa tendría con quien compartir esos pésimos días al igual que los buenos.

Mientras tanto Vanessa había llegado a su destino al momento en que un taxi se detuvo frente a una enorme casa.

―Creo que esta es la dirección que me ha dado Paola, aquí seremos felices Sofía, eso te lo aseguro ―sonrió Vanessa dándole abrazo a su hermana después de tan largo viaje.

"No me esperes temprano en casa, las llaves están en lo que más te gusta, hay comida para ti y Sofía, dale un beso de mi parte, acomódense y descansen "

Era la nota que estaba pegada en la entrada de la puerta de Paola, pues ella conocía muy bien los gustos de Vanessa y sabía lo inteligente que era su amiga como para averiguar donde había dejado las llaves pues no era nada del otro mundo, más si tenía una macetera de margaritas; sus flores favoritas, Vanessa puso ambas maletas en el suelo junto a su hermana, para mover con sumo cuidado aquella macetera y retirar las llaves de debajo, las tomó; colocó la macetera en su lugar introdujo la llave en el cerrojo y al abrir la puerta quedo boquiabierta, la sala de recibimiento era inmensa, Sofía fue la primera en entrar y luego Vanessa con las maletas, al entrar las recibió un exquisito aroma a lavanda y un pequeño cachorro que no dudo en lanzarse sobre Sofía para ser acariciado, al cerrar la puerta y prender a luz Vanessa tuvo mejor visibilidad de aquel sitio, un pequeño espejo se encontraba al lado derecho, para que las personas que entraran se acomodaran el cabello debido a los fuertes vientos que habían por la época, Vanessa se sobre saltó un poco al verse lo desaliñada que lucía pues aquel viaje no había sido nada fácil, exactamente todo un día, había sido de vuelo y solamente como dos horas de descanso, Sofía y Vanessa venían muertas del cansancio, siguieron caminando hacía las escaleras donde estaba otra nota que había dejado Paola.

"Toma la habitación que está al final del pasillo la he amueblado para ustedes dos, no te preocupes si es un poco grande a diferencia de las demás quiero que tengas la mejor vida que deseaste para Sofía y para ti, después de todo para eso somos amigas "

Vanessa se alegró al leer aquella nota, unas lágrimas recorrieron su mejilla, pero las limpio rápidamente para que su hermana no las mirara.

―Esta casa es enorme, Vane ¿Dónde dormiremos? ―preguntó Sofía con su voz dulce y tierna que alegraba el corazón de cualquiera.

―Ya lo veremos, según esta nota que nos ha dejado Paola, queda al final del pasillo, ayúdame con tu pequeño bolso mientras yo subo las maletas y por favor no corras mientras subes las escaleras, Sofía ―recordó Vanessa a su hermana quién estaba muy emocionada.

― ¡Te gane, te gane! ―gritó Sofía haciendo pequeñas muecas que soltaron una carcajada a Vanessa.

―Está bien, ahora espérame ahí, subir las escaleras con dos maletas es lo más difícil ―resoplo.

Por fin había terminado Vanessa de subir con las maletas, Sofía se encontraba sentada en el piso esperando por su hermana, pues las energías de aquella niña se iban apagando apenas pasaban los minutos, Sofía ayudo a llevar su maleta siguiendo los pasos de su hermana, mientras miraba a los lados con curiosidad, ya que jamás había estado en una casa tan grande como esa, la llave de aquella habitación estaba en el cerrojo, giro las llaves para quitar el seguro y abrir las puertas, aquella habitación contaba con una ventana, dos camas separadas de tamaño mediano, las paredes de color lila pastel, dos mesas a cada lado de las camas las cuales tenían dos lámparas arriba de ella, un ropero mediano, con varias divisiones y lo mejor es que la habitación tenía su baño e inodoro propio incluido en ella. Colocó las maletas a un lado del ropero y le pidió a Sofía que tomara una ducha mientras desempacaba, Sofía llegó brincando hasta la puerta del baño, detrás de ella iba Vanessa quién llevaba la toalla y demás cosas que ocuparía Sofía luego de que terminara de tomar una ducha, Vanessa dejó la chorrera abierta para que cayera agua fría, salió de ahí y continuo acomodando toda la ropa, sentía un poco de nostalgia al ver las fotos de sus padres que las acompañarían a donde fueran, limpió sus lágrimas y continuo en lo que estaba. Sofía había terminado de tomar una ducha y salió del lugar para que su hermana le hiciera aquel peinado de bellas trenzas que tanto le gustaba.

―Sofí, hoy no te haré trenzas dejare tu cabello suelto para que se seque bien aún lo tienes húmedo, luego te las haré ahora dime ¿tienes hambre? Si es así bajaré a buscar algo para que comamos ―sonrió Vanessa mientras cepillaba el cabello de su hermana.

―No tengo hambre, pero si sueño ―respondió.

Sofía se subió a la cama que Vanessa le indico esperando a que su hermana le cantará aquella canción que tanto le gustaba. Vanessa terminó con su maleta dejando para después la de su hermana, caminó hasta la cama a cantarle la canción que tanto le gustaba, quedándose dormida profundamente junto a su hermana.

Mientras tanto Elías había regresado a la empresa horas más tarde del lugar al que había ido, pero no había regresado solo, una mujer que parecía modelo había venido con él.

―Paola, no dejes que nadie entre ni siquiera tú, a menos que yo te lo ordene ―habló Elías.

Paola hizo lo que Elías le había pedido, esas dos horas no dejó que nadie entrara a la oficina de su jefe, pues nadie se atrevía a entrar después de todo los quejidos que se escuchaban de parte de la mujer con la que estaba Elías, Paola se encontraba molesta ya que aquellos sonidos no la dejaban concentrarse en su trabajo, así que optó por tomar su celular y auriculares y colocarlos en sus oídos mientras aquella pesadilla para ella terminaba. Había pasado una hora más hasta que por fin aquella mujer había salido de la oficina y la paz regresaba a los rincones de la oficina en la que se encontraba Paola y a sus oídos.

―Paola, necesito un informe de todas las personas que vinieron a buscarme desde que salí de la oficina hasta ahora ―ordenó Elías.

―Aquí está el informe de todo lo que me ha pedido, está en orden alfabético a como a usted le gusta que le entreguen los documentos ―dijo de mala gana.

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