o departamento alquilado en Buenos Aires, lejos de todo lo que conocía. Su padre había cumplido su p
to para instalarse, le exigió que no usara el apellido en ningún sitio oficial y le dejó claro que no quería "escándalos" que pudi
la ausencia de Diego. No podía dejar de pensar en él. En su reacción al escuchar la mentira, en su voz rota al decirle que no le
z, no por inspiración, sino por necesidad. Era la única forma de liberar todo lo que no podía decir en voz a
ero que estés bien. Papá está más calmado. No hagas tonterías. No regreses". Eso era todo
ó sobre sí misma. No gritó. No había nadie para escucharla. Se puso una bata, tomó su bolso y llamó a un
e dolor, llanto y
o la vio,
miliares, que Camila rompió en llanto. La abrazó contra su pecho y prometió que nada ni nadie se la arrebat
e cuerpecito que dormía entre sus brazos. Le hablaba bajito, le cantaba canciones que su madre le habí
pañales, llantos y noches en vela. Pero también fue la etapa más honesta de su vida.
as: retratos de mascotas, nombres decorados para habitaciones infantiles, tarjetas artesanales. Po
era mucho, pero le permitía mantener a Sofía con dignidad. Se llevaba a la niña en una m
, artista, mujer independie
e, aunque nunca supo quién era. Cada vez que preguntaba por él, Camila respondía con evasivas. Decía que era alguien que no est
s heridas abiertas. Pero cuando Sofía cumplió los cinco años y el dinero ya no alcanzaba ni para pagar el arriendo en Buenos Aires, ent
jos de la zona acomodada como para que nadie del pasado la reconociera. No tenía contactos, ni títulos univers
jaba. Cada mañana dejaba a Sofía en una escuelita pública y corría al restaurante. Aprendió rápido a equilibra
solteras también. Había una especie de hermandad silenciosa entre ellas, como si ente
ue había vivido "fuera un tiempo". Nunca mencionaba a Diego. Nunca hablaba del apellid
le hacía olvidar el resto. Jugaban un rato, cenaban algo sencillo -arroz con huevo, fideos con manteca- y luego se dormían juntas en la
ncogía. La niña tenía los mismos ojos grises, la misma forma de fruncir el ceño cuando algo no le gustaba.
lavaban los plato
todos ti
un segundo, mirando l
Pero a veces... no todo
. Un hombre alto, una mujer con cabello largo, y una niña en el medio. Camila los guard
tareas sencillas, luego pintando murales para eventos locales. Aún trabajaba como mesera, pero ese rincón
un bebé, solo para confirmar que se había ido del país. Desde entonces, se prohi
algún día Diego descubría la verdad, todo su mundo podría venirse abajo. Por eso evitaba lugare
era que el pasado
rio poderoso, estaba a punto de volver
ue tanto intentó esqui