erzo y cariño podía construir una vida junto a Camila Valdez. Ella tenía dieciocho, él dos más, pero se prometieron
algo en Diego cambió para siempre. No fue un cambio inmediato. Al principio dolía tanto que apenas podía respirar. No entendía nada. S
taba antes que el sol para limpiar oficinas y luego iba a clases con los ojos pesados y el estómago vacío. Nadie sabía por lo que pasaba. Nadie preguntaba. Y él tampo
pasado bajo capas de trabajo, esfuerzo y dolor. Se convirtió en un joven ambicioso, silencioso
sde abajo, trabajando para otros en empresas inmobiliarias. Observaba, escuchaba, aprendía. Aguardaba su momento. Y cuando llegó, supo aprov
n empresario que nunca mostraba debilidad. Alguien que no sonreía fácilmente y que rara vez confiaba en alguien. Tenía edificios en ciudades grand
perdía en sus propios pensamientos. No por nostalgia, sino por esa sensación de que, aun
cuando surgió
merciales, torres de oficinas o complejos residenciales. Una de esas zonas llamó su atención de inmediato. No por las cifras, ni por el potenc
los papeles, analizó los mapas, los números.
Si hay que negociar con los vecinos, háganlo. Si no
trales o...? -preguntó
eto. Desde la entrada hasta la última calle. Y si algu
e mencionó que parecía más serio de lo normal. Él era e
istas impresionantes, luces, poder. Pero su mente no estaba ahí. Pensaba en ese lugar que había dejado atrá
el chico que una vez creyó en el amor. Ahora era otro. Un hombre que había aprendido
udad que una v
z, lo haría
struir recuerdos, personas o
ontenegro ya n
pensaba