. Era el único heredero del emporio de bancos agrícolas Montes de Oca, y su vida entera se h
antros más exclusivos, acompañado de copas caras, ris
a abrir los ojos. Dormía hasta tarde, evadiendo c
Oca, lo observaba con una mezc
de tiempo -gruñía entre dientes, cada vez qu
una breve internación en Europa bajo el pretexto de "rehabilitación de
-le soltó una mañana, seco como un balazo-. Y si no
en bata de seda, con el cigarro si
o un título, ¿para qué quiero
se puso ro
r -ordenó, clavando los ojos en él como s
tó una carc
rera, ni voy a convertirme en tu esclavo con corbata. ¿O qu
e endureció, pero Orl
joven como para seguir firmand
-
de pie, con un ramo de flores en los brazos y la mirada cansada de
-le preguntó desde su auto l
ella, nerviosa, sin saber si m
o al menos un golpe de suerte- Orlando sólo buscaba algo más que un ra
se le ocurr
on el rostro desencajado, al verlo entrar con aquella mujer vest
o te preocupes, firmó un contrato. Todo se anula cuand
uvo al alcance-. ¡Desde hoy no eres mi hijo! ¡Al menos que vengas d
ujer? -ironizó Orlando, quitándose con calm
n parásito! ¡Y me da asco ver cómo arrastr
ncipe que la sacaría de la pobreza, se dio cuenta de que no e
susurró a Orlando, con los ojos empañ
nmutó. Se encogió de hom
un contrato, ¿no? E
el mundo que apenas comenzaba a im
asa que los sacaran inmediatamente. Y mientras los escol
e, no vengas arrastrándote. Aquí ya
una gran broma. Encendió el motor, mirando de reojo a la mujer sentada en
ta-. Mi papá hace esto siempre. Se le pasa rápido. Vamos a
una vida diferente, de lujo, de cuentos que no terminaban mal. Sonrió, cre
rmol blanco, recepcionistas uniformados, y una fuente que danzaba
co palabras para
tarjeta fue
como si le hubieran dicho que el s
mpre fallan -espetó con desprecio, y sacó de su cartera n
fuente, esperando un deseo cumplido. El recepcionista revisó u
ron rechaz
hondo, y por primera vez, sintió algo que desconocía: vergüenza. No
siempre y cuando hubiese tequila de por medio. Lo acogió, sí, pero solo por
ó a llamar. Ni un mensaje, ni una amenaza, ni un ins
r al mundo real. Buscó trabajo. En bancos, agencias, empresas de tecnología,
econocían, y lueg
e don Aurelio
recibía una llamada anónima, una advertencia. Su padre s
se había instalado en su sofá-. Viviste del nombre de tu padre
Mordía su orgullo
nqueta, su amigo se le acercó con una cerve
apataz. No está mal pagado, y al menos tendrás casa y comida. Además... será un
a como si le hubieran dicho que debía conv
o es un spa -dijo el amigo, medio en broma, medio en serio-. Pero sirve pa
mirada dulce que una vez vendía flores- ya le resultaba asfixiante. Desd
ecía-. Me avergüenza que me vean en
señora de qué,
mbos se culpaban mutuamente por estar donde estaban. Pero ella no lo d
Orlando tomó
con satisfacción cínica-. Nada puede s