img Su Esposa Secreta, Su Vergüenza Pública  /  Capítulo 4 | 20.00%
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Historia

Capítulo 4

Palabras:1118    |    Actualizado en: 16/08/2025

arrancando los últimos restos de mi tonto corazón. Dejé el vestido que sostenía en una silla c

conteniendo finalmente se liberaron, sacudiendo mi cuerpo en grandes olas silenciosas. Él había tomado toda nuest

caja de música de mi padre y dejar e

eso hacia la gala que se celebraba en el gran salón de baile del

una mano salió disparada y me abofeteó con fuerza en la cara

uria-. ¿Te atreves a mostrar tu cara aquí? ¿Crees q

rdó silencio, sus ojos se volvieron

on la mejilla ardiéndome-. No

has estado viendo con él en secreto! ¡Eres una asquerosa buscona int

con los ojos desorbitados-.

a vuelta para irme, para escapar de esta humillación pública, pero

í? -pregunté, con

nte, una sonrisa petulan

a un susurro teatral-. Y quiero que lamas mis za

tan profunda, tan absolutamente degrad

on voz firme

ha

envuelto posesivamente alrededor de su cintura. Sus ojos eran fríos, y había una expresió

ordenó a sus g

ndome a arrodillarme. Luché, mi co

nada malo!

L

ó de nuevo, más

lpate!

sangre en la boca. Mi orgull

L

cabeza me d

no a mí, sino a Evelin. Le tomó la mano

e golpe. ¿Era esto

hizo un

stima por el

me heló hasta los hueso

o vale tanto como tus manos perfectas. -

n el estómago. El aire salió de mis pulmones en un gemido de dolor. Me d

é. A través de la neblina

metió la mano en el bolsillo y sacó la pequeña caja

lanceándola frente a mi cara-. Discú

mi voz ronca por la de

lo so

ue no cedía. No podíamos permitirnos un médico. Así que tomé la caja de música, mi posesión

a. No como un gesto amable, sino como una herramienta. Un arm

í. Me derrumbé en el suelo, una

me la garganta-. Siento haberte salvado. Sien

el rostro de Bernardo. Empezó a decir algo, pero

íaco. Corrió hacia el borde del salón de baile, donde había una gran exhibición deco

. Describió un arco en el aire y aterrizó en

í las manos en los cactus, sin sentir siquiera las espinas

ncuentre y la destroce por mí

trás. Caí de bruces sobre los cactus, las espi

e pateó en las costillas. Enrosqué mi cuerpo a su alrededor, tratando de pro

rancó la caja

o repugnante, la estre

nó en el repen

llada y las piezas

zo de mi padre

último pedazo

do. Ojalá lo hubiera dejado m

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