equeña y olvidada habitación de invitados en el ala oeste de la mansión. Un médico iba y vení
quedó en la puerta, sin mirarla a el
teñida de molestia. "Haciendo semejante escena. Está en todos los
a risa seca y sin humor. "¿Tu imagen? Fui torturada
familiar", dijo con desdén. "Si no hubiera
lo r
placiente con la que me casé". Suspiró, un hombre agobiado por una es
lla no lo v
muletas. El dolor en sus pies era un recordatorio constante y punzante de la crueldad de Cornel
rsionado por la rabia. Se acercó directa
us muletas cayendo al suelo con estrépito. Se ag
guntó Jimena, su voz p
hilló Eugenia. "¿
e de tormenta. "Kenia ha desaparecido", espetó, sus ojos clavando a Jimena en el
o hice algo? ¡Mírame! Apenas puedo camin
ia. "¡Estabas celosa de ella, así que te deshicis
na bofetada y unos cuantos carbones calientes son un castigo adec
la agarró del brazo, sus dedos clavándose en su piel. "Sol
, dijo ent
suavemente. Sacó su teléfon
deo en vivo. Dos hombres estaban de pie en un acantilado con vistas a un océano gri
?", preguntó Cornelio, su voz escalofriantemente tranquila. "Es un
la pantalla, la forma de su padre, reducida
, susurró, su
erro digno que se merece", dijo Cornelio. "Guarda
ágrimas de rabia y terror corriend
!", chilló Eugen
nidad, Jimena"
padre!", sollozó, cayendo de rodil
una máscara de piedra. Habló
uerda. La bolsa para cadáveres se desplomó, d
do de la garganta de Jimena. Fue el
u rostro impasibl
o justo en ese momento, el teléfono de Cornelio
a través del altavoz. "La pequeña idiota se esca
tón arrugado y sollozante en el suelo. Por primera vez, un destello de genuino
tación, dejando a Jimena sola co
Cornelio se le hab
erpo era una sinfonía de dolor: sus pies quemados, sus rodill
iendo el video en bucle. La bolsa para
na vez.
e sintió como un golpe físico. Un grito ahogado escapó de sus
. Su cuerpo se había
todo lo que le quedaba. Y era