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familia para proteger a su exnovia. Le tendió una trampa a mi hermano,
si me quedaba a su lado. Pero el día
arde descubrí por qué Alejandro estuvo ausente. Estaba en u
ro, valía menos que un cachorro. El
i mente. Cuando finalmente me encontró en París, rogándome que
a, ¿nos
ítu
RI
Nochebuena, la primera que pasábamos como matrimonio, y el olor a pavo horneándose llenaba el aire mientras le d
a mezcla de confusión y respeto. Conocían a Alejandro. Todos en la Ciudad de México conoc
Ramírez. No dejaba de mirar de reojo a Alejandro, que estaba recargado en el arco de má
orosa. Apreté contra mi pecho la tela rasgada de mi
el aire, fea y afilada. El ofic
ido. Todavía llevaba su traje hecho a la medida, ni un solo cabello fuera de lugar. Miró a los oficiales con una sonr
atrevas -siseé, re
íntimo que era solo para mí, pero lo suficientemente alto para que
icial Ramírez, con los ojos suplicantes. -Mi vestido está roto. Tengo moretones
histérica. Se pasó una mano por su cabello oscuro, perfectamente peinado. -Tuvimos
ficiales observaban, sus rostros inexpresivos pero sus posturas
vez amé, ahora me asfixiaba. -Diles, Abril -dijo en voz baja, sus ojos grises clavados en los m
de antes, la parte consensuada, en un arma contra la violencia que vino después. Se levantó l
¡Eso fue antes! Antes de que tú... -No pude volver a decir las pala
Su contacto se sintió como una marca de hierro candente. Intenté apartarme bruscamente, pero fue más rápido, sus dedos rozando mi mej
de nuestra vida, de los detalles mundanos de una
o más allá de él, a los ofi
De la Vega, quizás sería mejor si le
rendición. Pero sus ojos nunca dejaron los míos, y en ellos, vi una promesa de lo que vendría. Sostuvo el acuerdo de divorcio firmad
ada. Un pleito de pareja. Una pelea
ondescendiente. -¿Por qué no se toman unas horas para calmarse?
tro. No era una pelea. Era la c
Abril Cárdenas, una talentosa pintora de una familia respetada, y Alejandro de la Vega, la
renda Monte
. Cuando Alejandro la rechazó, no se fue sin más. Trazó un plan. Orquestó un sofisticado complot, incriminando a m
dre había construido desde cero, colapsó de la noche a la mañana. El estrés, la vergüenza p
los cobradores y la pérdida de su esposo y el encarcelamiento
única esperanza era Alejandro. Le rogué, de rodillas, que defendiera a Dan
zó y me prometió q
me tra
l pasillo, un gladiador despiadado, y usó su conocimiento íntimo de nuestra familia y su inigualable habilidad le
cara de piedra. Su excusa fue un retorcido sentido del deber
la, una deuda que pagó con la sa
arcelero. Controlaba cada uno de mis movimientos, frustraba cada intento de escape. Una vez, logré llegar hasta un aeródromo privado, mi escape a so
y aplastante dolor. Mi sufrimiento era un inconvenie
taba embarazada de nuestro hijo, y luego, una semana después, le dije que lo había
n -dijo. -No quería un hijo de una mujer
os oficiales ahora era la misma q
en el hombro del oficial Ramírez. -Gracias por su tie
diendo. Y ellos
ada oleada de adrenalina me recorrió. Me abalancé hacia la p
ra agarrarme, sino para bloquear la puerta con su cuerpo, un muro ca
e refiero? No es
deslizándose fue el sonido de mi última esperanza muriendo. Estaba sola c
bía desaparecido, reemplazada por el vacío frío y
eo bajo y peligroso. -Hablemos

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