tantes y monosilábicas, mi mirada distante, fija en un futuro del que él no formaba parte. Parecía inquieto por mi nuevo
dijo una mañana, rompiendo el tenso silencio durante el
l? ¿Sin mí?". Sus palabras fueron como una
ezó a alisar mi cabello, su toque enviando escalofríos de repulsión por mi columna vertebral. "Quería ahorrarte los detalles, cariño. Has pasado por mu
egunté, apartándome de su toque. "¿La
de seguir adelante, Gema. Para los dos. Te llevaré yo mismo. Presentaremos un frente unido para
mal. Profundamente mal. Pero, ¿qué opción
ba esperando junto al coche, un elegante sedán negro. Me abrió la puerta, su expr
amos hacia el panteón. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
concurrida calle. Aimée. Su rostro, ampliado a proporciones casi grotescas, dominaba la manzana. Debajo de ella, en letras negritas, estaban las palabras: "Aimée Valles: La Artista Revelada"
sto no era un funeral.
". Y allí, prominentemente exhibida en el centro de la pancarta, había una pintura. Una pintura de una mujer rota y llorosa, su rostro oscurecido por la som
voz cruda por la incredulidad y la t
uiere que estés aquí. Por apoyo. Por validación. Es bueno para su carrera. Y para la nuestra, de forma indirecta". Sus palabras f
ron de mis ojos, calientes y punzantes, desdibujando la grotesca imagen de mí misma en la pancar
aré. No puedo". Busqué a tientas la manija de
s, Gema". Su voz era baja, amenazante. "Entrarás allí y sonreirás. Por Aimée. Por mí". Me arrast
urros ahogados, el tintineo de las copas de champán. El aire estaba cargado de perfume y son
elegante plata del traje de Bruno. Eran una pareja perfecta y repugnante. Flotó hacia noso
plazado por un tierno abrazo para Aimée. "Mi amor", murm
"¡Gema! Qué bueno que pudiste venir. Bruno me dijo que no te lo perdería
uces intermitentes, de los ojos hambrientos de la prensa. Me habría tomado de la mano, su presencia un e
ovador de Aimée?". "¿Es cierto que usted fue la inspiración para estas... piezas intensamente personales?". "¿Cómo se siente
ó, su voz suave, practicada para las cámaras. "Todos estamos increíblemente orgullosos de su talento". Sonrió, una sonrisa
áneo". Aimée, mientras tanto, se acurrucó más a su lado, su mano posesiva sutilmente metida en su brazo, sus ojos dirigiéndose a mí con un b
y conjeturas susurradas. La habitación giraba. La humillación
un grupo de curiosos, mis manos temblando. Agarré el brazo de Bruno, mi
os de hielo. Un destello de algo peligroso se encendió en sus profundida
nganchó en la alfombra afelpada, y caí, mi mano herida raspando contra el suelo. Un dolor a
sa. "¡Este es el momento de Aimée! ¡Su gran
ado, buscando mi brazo. "Oh, Gema, ¿estás bien? Bruno, cariño, sé gentil. No lo hizo a propósito". Se
runo, sus ojos brillando. "Está tan celos
n su violencia anterior hacia mí. Me miró con desprecio, su rostro una máscara de asco. "
icieron añicos. Lo miré, mi visión borrosa. "¿Es esto lo que soy para ti, Bruno?", susurré, las palabra
idad. Déjame ir". Mi súplica no era para que me amara, sino para que simplemente reconociera mi humani

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