un dolor profundo y hueco. Las palabras de Alejandro, las burlas de Cristy, se arremolinaban en mi mente, una niebla tóxic
ty no fueron solo venganza; fueron una declaración. Una promesa de que n
cer pintando franjas grises en el cielo. Para cuando el sol salió por completo,
ciéndome dudar si siquiera contestaría. Probablemente pensó que
asa, An
je, mi voz tranqui
omento de
y ocu
gudo en mi tono. -Pero esto nos concierne a ambos. Y t
, esta vez
e exasperación en su voz.
ar, una voz suave y aguda
Era Cristy, su voz débil, frágil, claramente destinada
andro bajó, de
muevas. -Hablaba como si yo no estuviera escuchando, como si no acabara de decirme
añó ligeramente, una nota de advertencia en su voz, pero
ty g
Mi cara... ¿y si ya no me encuentr
o, del tipo que no me había mostrado en años. -Eres perf
la garganta apretada, un dolor ardiente subiendo por ella. Nunca me habló así. Ni una sola vez. No en ocho años. La revel
ume de Cristy. El olor me revolvió el estómago. Tuve que luchar contra las ganas de vomitar. Iba vestido con un traj
mientos deliberados, y coloqué un sobre
ana, desprovista de emoción
un atisbo de su ar
nastasia? ¿Más pr
l sobre
uerdo de
dosamente construida resquebrajándose. Miró el document
s bro
rada, mis prop
estoy bromea
cureciéndose con cada línea. Luego, con un rugido furioso, a
ivorciaré de ti, Ana
teñida de un nuevo tipo de do
onido áspero
stasia. Bajo sus leyes. Es... complicado. -Saboreó la palabra,
Leo abrió, su rostro grabado con preocupación. De pie allí, frágil y pálida, estaba Crist
-gimió, sus ojos grand
lado, su furia anter
n una ternura que me retorció un cuchillo en las entrañas. Realmente se preocupaba por ella. Yo era solo una obse
altando de mí a Alejandro y de vuelta. -Tengo algo imp
ró, su expresió
es, mi
orosamente, sus ojos clavándose en los mío
tu hijo... el hijo de
mundo giró. ¿Mi hijo? ¿No de A
, mi voz cruda y desespe
ándose al brazo de Aleja
eron... ¡dijeron que es verdad! ¡Dijeron que debería
ó bruscamente hacia mí, sus o
a. -Una prueba de paternidad será. -Chasqueó los dedos, y un
añicos. Le creyó.

GOOGLE PLAY