ista de Al
rtes. El día en que finalmente sería libre. Pero primero, estaba
ortado. Erick apenas había reconocido mi regreso, murmurando un cortante "Qué bueno que estás en casa" ante
de Erick, la rutina familiar era un consuelo y una maldición. Mi cuerpo todavía dolía, pero el
de buen gusto: una edición rara de partituras de su compositor favorito. Todavía esperaba, tontamente tal vez, u
en un canal de noticias, presentando un segmento sobre la escena de la música clásica. No le presté mucha
Premios, multitudes rugiendo, sus manos volando sobre las teclas del piano. Luego, la cámara hizo un ac
a con un anillo de diamantes brillante. Acarició suavemente la mano de Erick. Él se inclinó
peinado, sus ojos brillando con un resplandor artificial. Estaba sentada a s
brillante y entusiasta
lásica, Erick Alvarado y su impresionante musa, Barbie Campos,
ses capturando la emoción cruda de Erick, las que él había jurad
Erick, susurrando en mi oído hace años, regresaron de golpe: "Alicia, tus ojos, tu visión artística, me ves como nadie más. E
Mi garganta se cerró. El leve aroma a perfume, empalagosamente dulce, parecía emanar d
parte de su inspiración, afirma, proviene de su nueva colaboradora, la multitalentosa Barbie Campos
ida a ella. El pensamiento envió una descarga de dolor puro y sin adulterar a través de mí. Mi vida,
rtero c
gable, ¿qué sigue para este dúo dinámico? ¿Ver
o bajo e íntimo. Se volvió hacia Bar
que nunca supe que existía, capturando la esencia misma de mi música. -Apretó su mano, la que tenía el anillo de diamantes-.
ersona. Yo lo había visto como nadie más. Yo lo había inspirado. Yo había capturado su esencia. Yo había creído en él cuando tocaba en bares de mal
eslizó de mis dedos y se estrelló contra e
ición limitada. La misma que ella había afirmado que yo traté de destruir, la que había sos
entras miraba a Barbie. Me había abandonado en la tormenta, me había dejado sufrir un aborto espontáneo, y lu
sario. Mi cumpleaños había pasado sin una palabra. Le había regalado a su a
de noche esta mañana. La había visto al despertar, un aleteo esperanzador en mi pecho.
inocente y blanca. Rasgué el listón, mis dedos torpes con una extraña mezcla de anticipació
rf
res alergias durante años. Hace unos años, tuve una reacción alérgica severa a un perfume similar, que me llevó a la sala de urgencias. Erick hab
taba. Como regal
amente mis fosas nasales. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mi garganta comenzó a picar. Era una broma cru
olvida la alergia más severa de su esposa, en su cumpleaños, en su aniversario, después de que ella
jas, me aseguraré de que te arrepientas. Me aseguraré de que tu vida sea un infierno". Me había reí
de lastimarme. No era solo
yacía olvidada en el tocador. Era un gesto de amor, una súplica de conexión. Pero él
borrado de memoria. Ya no era solo una opción. Era una necesidad. Un instinto de supervivencia. Nece
lo de plata que Erick me había dado como anillo de compromiso hace cinco años, una muestra que se sentía completamente inú
piración profunda, me quité el anillo, el metal frío e insignificante contra mi piel. Lo s
pio ser. El procedimiento estaba reservado. Lo llevaría a cabo. Lo borraría. Y tal vez,

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