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Chase Beltrán. Viví escondida en las sombras porque él juró q
a anual, jalándome del cabello y golpeándome las costillas mientras
fumando un cigarrillo, y me vio
elda de la delegación, hasta que enco
ial con una social
ciario para sus
fronté, no su
r
evas puesta, el techo sobre tu cabe
e me hab
un peón desechable e
único que podía destruirlo: nues
anuncio de comprom
mé el micrófono y me
, y soy la esposa
ítu
vista de
palda, y un dolor abrasador estalló donde los gruesos dedos del guardia de seguridad se clavaban en mi carne. Un momento estaba parada en la periferia de la gala anua
sonando delgada y débil cont
l. Su agarre se apretó
murmullo de los espectadores horrorizados, o quizás entretenidos. La cabeza me palpitaba, un dolor sordo que se extendía desde mis sienes hasta la base d
rden de restricción -dijo una voz
íos, como si yo fuera una bolsa de basura lista para ser desechada. ¿Cómo podía no conocerme? ¿Cómo podía no
Contra mí. La esposa de Chase. La ironía dejaba un sabor amargo en mi boca, metálico y ácido. E
, lo suficientemente cerca par
iseó otra voz, seguida por la r
alabras caían sobre mí como una
ando de arrui
gente que no
ue es su espos
e directo al frágil escudo que había construido alrededor de mi corazón durante los últimos cinco años. C
a era simplemente dejar que me arrastraran, confirmando cada palabra odiosa que la multitud escupía. Mi vestido de diseña
mis ojos lo
as
a, la mirada fija en nada en particular, ciertamente no en mí. Su rostro era una máscara de indiferencia calculada. Sus ojos, usualmente tan vibrantes y llenos de un e
lado. Vi sus labios moverse. Ni siquiera miró en mi dirección. Solo una instrucción murmurada, y luego otra calada indiferente. Mi corazón, ya magullado y g
era cegador, los gritos de los reporteros un estruendo insoportable. Mi nombre, Graciela Vega, era gritado, retorcido en algo feo y despreciable
de una patrulla. Las puertas se cerraron de golpe, amortiguando el caos exterior, pero no el silencio ensordecee la que se suponía que debía formar parte, la vida que Chase y yo debíamos construir. Pero todo era una mentira, ¿verda
un tamborileo de dolor que hacía eco al vacío en mi pecho. Tomaron mis huellas, mi foto policial. La oficial detrás del escritorio parecía disfrutar demasiado de su trabajo, una s
mi voz apenas un susurro. Tenía la gar
na ceja, una clara s
oso"? -Hizo comillas en el aire alrededor de la palabra, su sonrisa burlo
pero rápidamen
ganando un tono desesperado-.
carcajada, un sonid
gala con su prometida, Celina Montes. No está
ñetazo físico. Celina Montes. Siempr
ra sabiendo a ceniza-. Pero...
los ojos
de tus desvaríos por una noche. Él tiene una orden de restricción en tu contra. Va
ños de ser la esposa oculta de Chase, la mujer que juró amar, la mujer que juró proteger de su despiadada familia. Cinco años de
del imperio, era un hombre que veía el matrimonio como una fusión de negocios. Cualquiera que amenazara el legado familiar sería eliminado. Chase me había hecho creer que e
de mi mandíbula, sus ojos llenos de lo que pensé que era amor genuino. "Solo ha
llá de mi pasado, alguien que me prometía un futuro. Había soportado el acoso en línea, los susurros, los comentarios sarcásti
la narrativa de la "acosadora" con sus miradas cómplices y declaraciones cuidadosamente redactadas. Sabía que ella sabía de mí. Disfruta
vida que había jurado que era nuestra. Todos esos años, todos esos sacrificios, todo el dolor que me había tragado, f
e hice un ovillo, con el cuerpo adolorido y el corazón convertido en un espacio hueco en mi pecho. La imagen de Chase, frío y
ado. Todo se

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