vista de
agonizantemente recuperaba la conciencia. Las duras luces fluorescentes de arriba parpadeaban, proyectando un brillo amarillento y enfermizo sobre
to, un dolor abrasador floreciendo desde mi hombro hasta mi muñeca. Traté de moverme, pero una sacudida aguda y at
algo en un poste de suero, sus movimientos bruscos e impersonales. Sin toque suave, sin palabras
na, desprovista de calidez. No me mir
las palabras raspando contr
lgo que podría haber sido lástima, pero que rápid
ontundente. Tus abogados ya están informados de tu... situación. -Hizo una pausa, lueg
aron como una nueva ola de náuseas. Todavía no me creían. Incluso después
. No estaba Cristian. Ninguna cara familiar. Solo la fría indiferencia
? -supliqué, la pregunta
áspero y despectivo que hizo ec
rte. Dijo que eras una "ex empleada delirante" con un historial de "comportamiento i
ocerme? ¿Una ex empleada delirante? Las palabras resonaron en mi cabeza, un estribillo cruel y burlón. No solo me es
rimas nublando mi visión-. No, él no lo haría. Él... él
s ojos en blanco, un
cargos. El Sr. Beltrán está felizmente comprometido con la Srita. Celina Montes. Esa es la realidad. -Hizo una pausa, luego, con un toque de curiosidad
. Allí estaba él, Chase, en un podio brillantemente iluminado, con una sonrisa confiada en su rostro, su brazo alrededor de una radiante Celina Montes. Lucían cada centímet
e había soportado. Sus ojos, una vez llenos de una ternura secreta por mí, ahora brillaban con una adoració
lante, construido una nueva vida y me hab
iendo por mi rostro-, por favor, solo déjame ll
ó, su paciencia cla
da de tiempo. Ya le dijo que no a
mi corazón martilleando contra mis costillas. Marqué su número privado, el que había memorizado, el qu
ción o la aniquilación completa. Lo imaginé allí, en su opulenta oficina, rodeado de su imperio, su nueva prometida, sus ment
c
ría. Distante. Tot
ar de mí misma-. Soy Graciela. Ellos... no me creen. Tienes que decirles.
verdades no dichas y traiciones condenatorias. Entonces
estra relación terminó hace años. Necesi
expresivamente la pantalla de televisión, su rostro sonriente, la mirada de adoración de Celina. Me había mentido, no sol
observando con una sonrisa burl
uego se volvió hacia el oficial que acababa de entrar en la habitación
ulento con una expresión a
-Escribió algo en su libreta-. Hora de transferirl
ndose de mi garganta-. ¡No, por favor! ¡No estoy
adas vacías, mis lágrimas con fría indiferencia. Mientras me sacaban de la habitación, pasando por los pasillos bulliciosos, vi mi reflejo en una v
e detención me tragara fue Cristian. Él era el único que me

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