img La Reina de su Perversa Traición  /  Capítulo 1 | 10.00%
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Historia
La Reina de su Perversa Traición

La Reina de su Perversa Traición

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:1772    |    Actualizado en: 11/12/2025

de meses de súplicas, le di una segunda oportunidad al amo

coche cómo conducía directamente al departamento de ella. Los sonidos de su pasión retu

taqué a Carla. Camilo me empujó para protegerla y mi cabeza se estrelló contra la pared, abrién

¡Está embarazada del hijo de otro hombre y te

iéndome caer al suelo, y corrió al lado de Carla después de que

dejar a Carla», dijo. «Seguirás siendo mi esposa.

Carla desapareció, me acusó de haberle hecho daño. Me sacó a rastras de mi cama de hospital, me puso un cuchillo en el

ítu

vista d

los labios de mi esposo encontraban los míos con una ternura que se sentía como una mentira. Su a

ó Camilo contra mi cuello

sma que prometió un para siempre bajo un cielo lleno de estrellas. Ahor

minó en mis labios. Su tacto era tan cuidadoso, tan lleno de devoción. Debería

ó de nada. La imagen todavía

az que pretendíamos tener. Un eco de una noche, no hac

da. Había entrado en su estudio, un lugar que consideraba sa

n santuario. Era el esc

osa y brillante becaria, a quien yo había pensado que so

alpicados de pintura. El aire estaba cargado con el olor a

en su cabello rubio artificialmente brillante. Su mandíbula estaba tensa, sus

un marcado contraste con su falda oscura que estaba subida lo suficiente como para insinua

nte tan reservado, estaba suelto, abandonado.

ente entreabierta, un testimonio descuidado de

n un brillo calculador bajo una capa de vulnerabilidad. Se aferraba

n hambre cruda y primitiva. Se movía contra ella, un gruñido bajo retumban

recortado que todavía me arañ

ta: «Mía. Er

mposiblemente más cerca. Fue una declaración posesiva, una afi

parecían obtener de lo prohibido. To

a notaron el umbral donde yo estaba parada. Yo era solo una sombra, una presencia

ió, fue un jadeo a

rror cuando finalmente me vio. Carla, sobresaltada, retrocedió tambaleándo

ostro, sonrojado por la lujuria momentos antes, ahora se transformaba en

El esposo amoroso y el extraño infiel, superpuesto

lacable. Mi estómago se revolvió, la bilis

ira sorprendiéndome incluso a mí misma.

lomándome sobre el inodoro, vaciando el contenido de mi estómago, como

teñida de un miedo que sonaba casi

ombro, un débil in

emara. «No», logré decir con voz ahogada, un so

n destello de fastidio. Casi se erizó, pero luego, visiblemente se contu

neo del vaso contra la cerámica el único sonido en el silenci

después de que yo, inexplicablemente, aceptara darle una segunda oportunidad.

implemente flotábamos, dos estrellas

o miré en el espejo. Sus ojos, usualmente tan expresivos, tenían un cansancio, un

iosa. Arañaba mi garganta, exigiendo ser libe

egó a mis ojos. «Entonces, Camilo», dije, mi voz plana,

cuidadoso control que había mantenido se hizo añicos. Sus ojos, usualmente

luego se estrelló contra el suelo, esparciendo fragmentos de vidrio por el tapete

o y pura furia. «¿Feliz?», escupió, la palabra goteando veneno. «¿Feli

l pequeño espacio frente a mí como un animal enjaulado. «¡Me acos

ando a una súplica desesperada. «¿No crees que me arrepiento? ¿No crees que desear

e, una herida abierta. ¿Pero

res la que no nos deja seguir adelante! ¡Solo dime qué quieres que haga para arreglar est

ulpa. Pero yo sabía la verdad. Siempre la supe. La amarga verdad era que no era miserable por lo que hizo

, pero cortó el aire como un cuchillo. «¿Todavía la estás viendo?». Mi

e desviaron rápidamente, una señal revelado

tinamente débil, pero vi el miedo en sus o

romesa? ¿Has vuelto con ella?». Mi corazón latía con fu

a lámpara rota. El silencio se alargó, pesado y

esonó en la habitación, cruda de dolor y furia, exigiendo saber si l

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