vista d
e él, sacudiendo los cimientos mismos de la casa. Una corriente de aire frío barrió nuestro dormitorio, helá
no tenía nada que ver con lo físico. Era
uerta del garaje se abrió con un estruendo y emergió la elegante silueta
agarre desesperado que reflejaba el que tenía sobre su vida en ruinas. Era
abía asignado a Carla, una melodía alegre y animada que me revolvía el estómago. Había borrado su
dormida? ¿O quizás en los momentos robados en los que afirmaba que estaba «trabaja
o fuerza, activé la grabación de la cámara del coche del que acababa de alejarse. La había instalado semanas
ncuadre. Estaba mirando su teléfono, la pantalla proyectando un misterioso brillo azul
eó el tablero con el puño. El teléfono cayó al suelo
o agitado, una batalla silenciosa librándose dentro de él. Estaba luchando, lo sabía, pero no por mí
y luego comenzó de nuevo inmed
errota, se agachó, agarró el te
lozo suave y ahogado. Carla. Siempre la víctima
ó en el coche silencioso, en mi habitación silenciosa,
Una inhalación brusca, un sutil temblor
ia destrucción. Vi su coche desaparecer en la penumbra del amanecer, alejándos
ristal, las lágrimas corrían por mi rostro, un t
omó menos de diez minutos llegar al edificio de apartame
l lado del conductor se abrió, y luego Carla estaba allí, entrando a toda p
. Una urgencia cruda, una pasión desesperada e incontrolada que me heló la sangre.
delidad de mi esposo, una banda sonora para mi desesperación. La luz de su apartamento, un único faro en la oscuridad, se bu

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