ta de Floren
elódico, antes de que una voz sedosa respondie
mudeé, mi voz temblando a pesar de mi resolución. Las
una eternidad. -¿Y qué tipo de asistencia busca, querid
, cerrando los ojos-
enviaremos nuestra dirección. Es
como una marca, una señal de propi
discreto sin remitente. Era para un edificio en la Roma Norte, uno por el
einte millones de pesos por un negocio fallido, estaba desesperada. Javier Garza, entonces una estrella tecnológica en asc
nque estaba claro que solo la suya prosperaría de verdad. Yo era un adorno, una cara bonita para adornar su brazo,
ndo en un tipo dife
stal. Mi corazón martilleaba contra mis costillas mientras empujaba la pesada puerta sin marcar. Dentro, una lujosa
ada salió de una puerta lateral. -¿Florencia Herrera? -preguntó, su voz l
cir, mi voz t
de buen gusto, llena de muebles antiguos y plantas exóticas. Se sentó d
crueldad-. ¿Está realmente preparada p
ito el dinero -dije, mi voz adquiriendo un filo desesperado-. Más de lo
ión, la belleza y... la compañía. La compensación es sustancial. Una sola noche podría generar ciento
Mi mente se tambaleó. Ese ti
palabras saliendo ante
s. Primero, un examen médico, luego entrenamiento en etique
levaba, mi teléfono vibró en mi bol
mantener mi voz unif
. María dijo que no estabas en casa. ¿De verdad in
sabiendo a metal-. Yo... solo salí a caminar.
o-. Acabo de transferir veinte mil pesos extra a tu cuenta. Ve a
para mantener su ilusión de control. Y el desprecio en su voz, la
no lo quiero. -Terminé la llamada antes de que pudiera responder
cos tapices. Nos detuvimos ante una pesada cortina de terciopelo. -Detrás de esto es donde conoce
as bajas y discretos reservados. Varias mujeres, exquisitamente vestidas, se mezclaban con algunos hombres cuyos rostros estaban oscure
n reservado, levantó la vista. Incluso desde esta distancia, sentí la int
romiso, Sauce. -Me empujó hacia adelante-. Soli
dor anónimo. Mi corazón latía con fuerza, pero debajo del miedo, floreció una
ndome en los números que parpadeaban en mi cabeza. Cada toque, cada hora, me acercaba a mi meta. Los hombres eran en su mayoría educados, algunos so
uesa de lo que jamás había visto. Mis manos temblaron mientras lo contaba
mpanante llamada Elena, mientras nos cambiábamos de nuevo a
cé, luego dudé-.
s importa lo suficiente como para preguntar. Estás haciendo lo que necesi
s lágrimas, sino que brillaban con una promesa fría y dura. Me subí al taxi, ago
sedán negro de Javier, estacionado amenazadora

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