ta de Floren
escapando de mis labios. La lluvia fría de mi caminata de anoche, combinada con el
l amanecer, presumiblemente para otra reunión te
ébil y ronca-. ¡María, po
, su expresión tensa de molestia. -¿Qué pasa ahora, señora Garza? El señor Garza ya s
ré, mi cabeza palpitando-. ¿P
r favor. Probablemente solo estás siendo dramática. Las mujeres ricas siempre tienen alguna dolencia. -C
ible -insistí, una ola de mareo h
nfermarte. Interrumpe el horario de la casa. -Se detuvo en la puerta, una sonrisa ve
o mi posición impotente. El caldo llegó más tarde, una mezcla acuosa e insípida, un claro me
mente sola, recuperándome lentamente. Cuando la fiebre finalmente cedió, de
, extremadamente generoso, solicita tu presencia. La remunera
e más alta". Eso significaba libertad,
r se enteraba? El pensamiento era aterrador. Pero la alternativa, permanecer en esta jaula
ó el timbre. Pasos resonaron en el pasillo. U
iño, ha pasado
ni
ó, luego hirvió con una cert
nunca había escuchado dirigido a mí. -Kenia, mi amor. T
enia, envuelta en un lujoso abrigo de piel, reía, con la cabeza echada hacia atrás. Javier
ogré asegurar una pensión alimenticia bastante generosa. -Le guiñó un ojo a Javier-. Aunque, por supuesto,
n mi pecho. Estipendio mensual
bro-. Es lo menos que podía hacer, mi am
demasiado bueno conmigo. Esos veinte millones al mes que enví
ara ella, y yo luchaba por unos zapatos de dos mil pesos. Sentí una risa histérica burbu
millones, un pago único por la deuda de mi familia, forzada a un matrimonio con un hombre q
roto. Cada pizca de dignidad que creía poseer, cada onza de autoestima, se
una calidez que nunca había visto, se enfrió de inmediato. Frunció el ceño, un destello
, desprovista de la ternura an
es Florencia? Cariño, no me digas que olvidaste decirle que venía de visit
lenciosa en sus ojos. Se volvió hacia Kenia, su mano apretando la de ella-. Kenia
ros". Con él. Yo
a-. Florencia, ¿por qué no te tomas un tiempo libre? Ve a visitar a tu
dolor sordo, pero fue eclipsado por una claridad repentina y feroz. H
ás discusiones. No más súplicas. No más esperar migajas de afecto. Algo dentro de mí, algo suave y dócil, finalmente se
or la pantalla. Confirmé el compromis
me hacía sentir remotamente poderosa. Un vestido que había
amente a Kenia. Levantó la vista, una sonrisa triunfante en su rostro. -¿Te vas tan pronto?
vez en años, la idea de dejar esta casa no me llenaba de pavor, sino de una ex
ansión, un símbolo de mi prisión dorada. Estaba bañada en el resplandor del atardecer, una fachada hermosa y traicionera

GOOGLE PLAY