Carin
se quebró, cruda por un dolor que se sentía demasiado profundo para las lágrimas. Las esposas se clavaron en
vaba, su rostro tan ind
stre. Esto es lo mejor, para todos los involucrados. -Sus palabras eran un bálsamo tranquilizador, u
iales me sujetaron con firmeza-. ¡Tú eres el lastre, Elías! ¡Tus mentiras
e asintió a l
vens
rtes. Me empujaron al asiento trasero de una patrulla blanca y negra, la pesada puer
ogada por el grueso cristal. Lo vi subir a su ele
l asiento delantero. Uno de ellos contestó y me lo pasó. Era E
ado se pondrá en contacto. Cualquier resist
pusiste en esta situación! ¡Me tendiste una trampa! ¡Me mentiste
exasperantemente tranquila-. Algunos sacrificio
rotando, calientes y punzantes-. ¿Crees que mi dolor es u
a toda velocidad por las calles de la ciudad, las sirenas aullando, el mundo exter
no, la voz de Elías, fría
na. Pero no me d
hirrido de neumáticos, un destello de luz cegador y un impacto violento que me lanzó hacia adelante contra e
metal retorcido a mi alrededor. El coche de policía era un desastre, arrugado como una lata. Intenté moverme, pero un dolor
orrió a mi lado, no mostró ninguna señal de preocupación. Simplemente obser
sombría-. Tiene múltiples fracturas, hemorragia in
te asintió, su
s siguen en pie. -Sus palabras eran frías, clínicas, como si estuviera discutie
to. Había orquestado mi accidente. Me quería fuera, silenciada, borrada. La traición era tan com
l dolor era insoportable, pero quedaba eclipsado por el peso aplastan
recuperación, sino a un centro de detención privado de alta seguridad. Mis heridas aún estaban en carne vi
n un pesado yeso, un latido constante. Mi cabeza, todavía vendada, un dolor sordo. Mi espíritu,
ó de las sombras. Clara. Estaba allí, con el brazo todavía en un cab
facción-. Mírate. Reducida a esto. Le dije a Elías que era
ontró con la suy
voz ronca-. Le retorciste
un sonido ag
te... una distracción. Un inconveniente temporal. -Se inclinó más cerca, sus ojos brillando con malici
ier herida física, atravesó mi corazón. Se s
. Dijo... que espera que disfrutes de tu nuevo hogar. Porque nunca vas a salir. -Luego asintió al gu
y dolor agonizante. Me negué a gritar, me negué a darle a Clara la satisfacción. Mi cuerpo era un campo de batalla, pero mi espíri
tanto visibles como invisibles, permanecieron. Mi espíritu, sin embargo, se endureció con cada día que pasaba. Mi o
n inescrutable como siempre. Me miró, su mirada recorriendo mi rostro magullado, mi pierna ven
lia intervino. Han asegurado tu liberación, bajo condiciones es
o, un gesto de ma
na. Déjame
frías palabras, sus traiciones calculadas, su disposición a sacrific
me. Pasé junto a él, mi pierna herida arrastrándose, cada paso un
una cosa con absoluta certeza: Elías Garza acababa de cometer el mayor error de su vida. Había subestim

GOOGLE PLAY