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ños, me traicionó por una chica "pura" llamada Ámbar, sacrificando una parte de nuestro imperio por el
unca podría dejarlo, que necesitaba
el último recuerdo de mi madre, una pequeña
veía como una máquina fría y calculadora. ¿Cr
ejarlo. Estaba a pun
llamada a su poderosa y distancia
je, con la voz hecha
ítu
ía deslizado en mi mano apenas la semana pasada, en la Fuente de la Vida, un espectáculo público que había sellado nuestra leyenda como el Rey y la R
riz, cada victoria, la compartíamos. Nuestro imperio no solo estaba construido sobre concreto y ambición; se forjó en un fuego que solo dos personas que no tenían nada podían
rtificial de mi oficina. Era Carlos, m
eámbulos-. Es Damián
s de la vieja guardia al que llevábamos meses intentando sacar del juego. Que Damián y
n delatar nada. Mi corazón, sin embargo, ya
la bodega vieja que usamos para las adquisiciones d
con tal violencia que tuve que agarrarme al borde de mi escritorio. Una chica. No eran negocios. No era una negociación que salió mal. Est
temblor, forzando a la
recuperando su acero-. Y organiza un
erlo. La duda era un veneno, y necesitaba u
ngre y el hedor acre de cables quemados. Gonzalo Garza yacía en el suelo de concreto, hecho un ovillo,
el camino, se sentía extraño, incorrecto. Su ropa estaba ingeniosamente rasgada, su rostro manchado de polvo y lágrimas, pero se veía... frágil. Inocente. La mano de Damián estaba en s
ose en un codo, su voz espesa con un regocijo malicioso a pesar de
ngriento aterrizó cerca
timillonario, un pedazo de tu precioso i
quiera miró a Garza. Su mirada estaba fija en mí, una mezcla de culpa y desafío. Pero fue rápi
una pistola de su cintura. El clic del segur
. El disparo resonó. Seco. Brutal. Garza gritó, un sonido primal de agonía, agarrándose la e
Solo un vacío helado. Este no era el Damián que conocía. O tal
tanto por este pajarito, ¿no? ¿Qué tal si te digo que tengo a su familia? ¿Su hermanito, quizás? Un simple int
visiblemente, luego a Garza, y de nuevo a Ámbar. El conflicto era claro.
ble sobre nuestro negocio en apuros. Damián había estado listo para cederlo todo. Yo había intervenido, despiadada y fría, silenciando a
mián, ignorando su mirada perpleja. Saqué mi propio teléfono-. Carlos, ejecuta el plan de contingencia para la a
is ojos como esq
susurro-, toma tu proyectito
a súplica silenciosa en sus ojos, pero era demasiado tarde. Tomó suavemente la mano de Ámb
aba saber a dónde iban. Necesitaba ver cuán profunda era esta herida. Me llevaron al decrépito edificio de apartamentos en las afueras del centro, el de la es
de Carlos se entrometió, un murmullo silenci
eses, Sofía. Desde la propuesta
ier esperanza persistente. Meses. La propuest
una sensación ardiente subiendo por ella. Cerré los ojos, pero las imágenes de nuestro pasado en ese apartamento, superpuestas a los sonidos de su presente, eran un tormento. La peque
El acuerdo de sociedad 50/50, el documento meticulosamente redactado que nos unía a Damián y a mí, yacía sobre mi escritorio. Lo tomé, el papel
é, las palabras un voto-. Se ar
igo en común, Leo, estaba allí, el único en quien Damián todavía confiaba. Me quedé en las sombras, ocu
ba las palabras a Leo-. Es solo... negocios. Con
que raspó mis nerv
dría dejarme. Necesita
iadada y ambiciosa en la que me había convertido por nosotros, por él. No veía a la chica que lo amaba ferozmente, que había sacrificado todo
convirtió en hielo; se hizo añicos en fragmentos afilados como navajas, cada uno ardiendo con un jura
me había resistido. La poderosa y distanciada familia política de Damián en la Ciudad de México. Los Briseño. Él nunca quiso que lo asociaran c
éfono, mi voz desprovista de toda ca
. Y Damián Montemayor estaba a punto de aprender cuán despiadada podía ser realmente Sofía Sando

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