un recordatorio constante del choque casi fatal, pero la verdadera agonía era una herida más profund
ma, urgente y desesperada. Estaba detrá
a tocarme, Ámbar soltó u
me duele. -Se tambaleó,
ayó, su atención de
zos, su rostro grabado con preocupación
re a ella. Mis heridas, mi casi muerte, no significaban nada comparado con su delicada
oyándome mientras cojeaba h
muré, mi voz ronca. No mi
ico de las máquinas. Me acomodaron el brazo, me cosieron la herida de la cabeza. Rechacé los analg
ara de preocupación. Ámbar yacía en la cama, pálida y frágil, su mano aferrada a la de é
struido un imperio, el hombre que me había visto como una igual, una s
. Cuando me di la vuelta para irme, Damián me vio. Sus ojos
? Yo... estaba tan preocupado. -Empezó
ana. No me inmuté, no me moví
la está... -empezó
él, mi mirada más fría que los vientos
a delicada condición de Ámbar. Sus ojos, llenos de una súplica desesperada, se encontraron con los míos por un últi
no podía quedarme allí. Se sentía demasiado grande, demasiado vacío, demasiado lleno de fantasmas. Lo di
epuesto que todavía llevaba, una reliquia de una vida diferente. El aire dentro estaba cargado con el ol
tros, jóvenes e imprudentes, riendo en la escalera de incendios, nuestros bra
io, su rostro amable grabado con preocupación-. No te he visto por aquí en años. Dam
a sonris
n la fecha garabateada en la parte posterior de la fot
rbujeando en mi garganta. Y lo olvidó.
ntí, la foto todavía en mi mano. Necesita
allí, luciendo sorprendentemente vibrante para alguien que acababa de estar e
ó, su voz perdiendo su tono inoce
otra persona. -Me incliné, mi voz bajando a un susurro bajo y peligroso-. Deberías tener cuidado, niñita. Algunos cimientos se construyen sobre
ojos ardiendo con una fu
eligió a mí! ¡Me ama! ¡Quiere formar una familia conmigo, una familia de verdad, no una sociedad fría y ca
ueño. Uno del que habíamos hablado en susurros, planeado para un futuro que ahora parecí
el médico, las lágrimas silenciosas que lloré en el baño cuando me dijeron que podría no suceder nunca. Damián me había abraza
ía y hueca
palabra sabiendo a ceni
on, un atisbo de algo calcu
lando, pero la convicción se h
esperanza. El contraste era crudo, brutal. El dolor era tan profundo que casi se sentía como paz. Despojó t
ero infundida con una amenaza inconfundible-. Y quédatelo a él
do de Ámbar, un espejo apropiado para los escombros que había causado. Me di la vuelta, saliendo del apartamento, de ese edificio y de es

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