recién renovado. Estaba en el umbral, sus ojos muy abiertos con una mezcla de ira y c

terrando su rostro en su pecho-. ¡Está destrozando t

una, ahora estaban cubiertos de fríos azulejos grises. El ladrillo expuesto, un símbolo de nuestros crudos comienzos, est

ré, mi voz plana, mis ojos fijos en

ando a Ámbar, quien inmed

vieja. -Intentó sonar despectivo, pero un destello de inquietud cruzó su rostro-

Las palabras fuero

mi voz más peligrosa que cualquier grito-. Y tu "nuevo comienzo" implicó borrar cada rastro de n

se e

n nuestro espacio! -Me miró con furia, su frágil fachada resquebrajánd

nación, Ámbar? Hablemos de la contaminación de una sociedad de quince años, un sueño

rededor de Ámbar, una clara señal de dónde yacía su lealtad-. ¡E

donde planeamos nuestro futuro. La decencia de reemplazarme con una mujer que tira los recuerdos de mi madre porque "contaminan" su espacio. -Mi mirada s

-continué, mi voz goteando hielo-, Ámba

tintivamente fue a su muñeca, tratando de

amián me la dio! ¡Como símbo

mián para mí, en nuestro décimo aniversario. Es una pieza única, hecha a medida. -Miré a Damián, cuyo rostro e

emblorosa de Ámbar a mis o

cial. -Apretó su agarre sobre ella, pero sus ojos me

suave-. El momento de la verdad. ¿O vas a dejar que siga presu

tó de Damián, su rostro c

¡Bien! -Pisoteó hasta la ventana abierta, agarró una pequeña caja de madera anodina del alféizar y,

tana abierta, y luego hacia la calle de abajo. Sin pensar, me abalancé, mi brazo herido gritando en protest

n, corriendo tras de mí, s

zada en el pavimento sucio. Mi corazón, que pensé que no tenía más capa

mis ojos ardiendo con una furia cruda y prim

miedo y desafío-. ¿Por qué te importan tanto las cosas materiales? ¡Estás tan obsesi

de verdad no te llama "despiadada" mientras abraza una mentira. -Mi mirada se desvió hacia Damián, que estaba congelado, su rostro un lienzo de emociones conflictivas-. ¿Quieres saber qué es e

ora corriendo por su rostro-. ¡Estás celosa de que Damián

e la ira. Simplemente estoy... asqueada. -La miré a ella, una niña manipuladora jugando a disfrazarse, y a Damián, el hombre que había amado, ahora una

iendo el decrépito apartamento, e

stedes dos -mis ojos se posaron en ellos, uno al lado del otro, una imagen de su retorcida

evo a mí. Su mandíbula estaba apretada, sus ojos

fía

terrumpí, mi voz aguda-. Hiciste

i pecho. La lluvia se había intensificado, empapándome hasta los huesos. Me arrodillé junto a la caja

o, pero mi mente era una tormenta furiosa. Vi a parejas jóvenes acurrucadas, compartiendo un paraguas, riendo suavemente. Un recuerdo, agudo y cruel, de Damián y yo, compartiendo una sola chaque

ambición compartida. Ahora, se sentían como un monumento a mi soledad. Me dejé caer al suelo, el concreto frío filtrándose en mis huesos, y por primera vez en lo que pareció una