vista d
umecida, el dolor físico un latido sordo comparado con la herida abierta en mi corazón. Las preguntas de la doctora sobre el sedante se e
ó en mi mente. Me había dejado allí, empujó nuestro auto fuera de la carretera, esperando que nadie me encontrara. No fueron los paparazzi. F
stro amable cuyo nombre no
le, pero está muy débi
mundo había sido destrozado? Mi bebé, perdido. Mi carrera, arruinada.
, el nombre sintiéndose extraño en mi lengua.
negó con
ontactamos a su contacto de em
cia, impotente. Bruno se había asegurado
igura, alta y amenazante, sacándome de los escombros, empujándome hacia el borde. No era Bruno. Era un hombr
para morir. Había conducido el auto, sus manos en el volante, mientras yo sangraba en el asien
angustia, ofreció otro
apenas un susurro-
é a ser una víctima. Me negué a dejarlo ganar. No dejaría que mi historia term
eclear artículos furiosos, firmar documentos importantes. Ahora s
una mandíbula fuerte, un observador silencioso de mi accidente. Mi rescatador. Cruz Cárdenas. Él había sido qu
voz un retumbo bajo-. ¿Está
Cárdenas -respondí, con un borde amargo
sus ojos. No ofreció lugares comunes ni
con usted sobre el accid
mirada fija en Cruz. Él había estado a
Negué con la cabeza, un mensaje sutil. Todavía no. Necesitab
e traición era vasta y profunda. Lo había perdido todo, pero en esa
mente. "Eres una mancha en esta familia". Se deleitaría con mi caída. Cele
fríos, su traición calculada. Belén, su fingida vulnerabilidad, su ambición despiadada.
más hermoso que antes. El dolor todavía estaba allí, un compañero constante, pero ahora era
avemente en mi brazo, s
u voz tranquila. No era una
eternidad, una pequeña chispa de algo más que desesperación parpadeó
e lo que eso significa. -Mis manos todavía dolían, pero sentí un nuevo tipo de p

GOOGLE PLAY