vista d
una historia con moraleja susurrada en voz baja. Pero aquí, en la isla aislada de Cruz, estaba muy viva, renacida
an sido mi matrimonio. Nunca presionó, nunca cuestionó, simplemente observó y apoyó. Le conté fragmentos de mi historia, la cruda y fea verdad de l
taba luchando por controlar la narrativa, por proteger su imperio, por minimizar el daño de la conveniente "desaparición" de su espo
s, una banda de oro opaco que simbolizaba un amor que se había convertido en cenizas. Recordé a Bruno deslizándolo en mi dedo, su voz cargad
a silenciosa, una separación final del pasado. No sentí pena, solo una profunda sensación de
eguntó Cruz, apareciendo
za tranquila, su presencia un ancla firme. No solo
mi voz firm
laba el acuerdo prenupcial. Esto no se trataba de venganza en el sentido mezquino. Se trataba de justicia. Se trataba de recon
entro bullicioso en comparación con su is
es. Ofreciendo una rec
de mi antiguo yo, un fantasma de otr
. Bien. -Pasé junto a los carteles, ignorando la lástima en los
ería, el olor a café y tocino un
no descansando brevemente sobre la mía. Su tacto era
. Pero primero, necesito limpiar el desastre que dejé atrás. -Mis
os reflejando una co
quí si me
marcado contraste con el control posesivo de Bruno, su amor condicio
legales, el acuerdo prenupcial un arma afilada en mi arsenal. También me proporcionó recursos, contactos y un nivel de apoyo logístico que insi
Me paré en la cubierta del barco de Cruz, mirando hacia la isla, hacia la peq
e, mi voz cargada d
sintió, su ma
ecuerda, siempre eres
a oleada de adrenalina. El miedo se había ido, reemplazado por una determinación de acero. Bruno Cohen había inten
odo. El horizonte de la ciudad se cernía en la distancia, una jungla de concreto que estaba lista para conquistar. Mi teléfono vibró con un
tienes idea de l

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