Desde que fui obligada a salir de mi zona de confort y abandonar mi hogar en Rusia, se me hace difícil confiar en los demás. Estoy empezando a creer que estoy paranoica porque desconfío hasta de mi propia sombra. No recordar mi infancia me ha traído muchos inconvenientes. No recuerdo a mi familia, solo he visto a mis padres por fotos y he escuchado su voz en las pocas llamadas que me hacen en navidad. No sé si tengo abuelos, primos, hermanas o hermanos. Pregunté muchas veces sobre mi pasado, pero mi tío Stefano se negaba rotundamente a decirme algo sobre mí.
Cariño, será doloroso para ti, ya que no recuerdas nada. Evitemos el tema y deja el pasado en donde está, es lo mejor para todos.
Esas palabras las repitió una y mil veces mientras intentaba descubrir quién era yo. Un día solo pretendí que dejó de importarme y continúe con mi vida. El problema para mí es dormir. Al principio veía a un psicólogo amigo de la familia, me trataba como rata de laboratorio y sus conclusiones eran las mismas.
Cuándo crezcas olvidarás todo. Toma estas pastillas para dormir y las pesadillas no volverán a ti. Estás joven, todos le temen a la oscuridad y a lo desconocido. Natasha, no eres la excepción.
No, no soy la excepción, pero las pesadillas vienen cuando el sueño me escasea, cuando se acerca mi cumpleaños, o, cuando simplemente mi cerebro quiere que intente recordar quién era. Decidí ser médico por una promesa que le hice a Sasha.
El problema es que no sé quién es Sasha y mi memoria solo me muestra a un joven rubio de unos 13 o 14 años muy malherido.
¿Mi amigo? ¿Mi primo? ¿Mi hermano? No lo sé. Solo sé que su recuerdo vive en mí, me causa nostalgia, dolor en mi pecho y es la única persona a quien puedo confiarle mi vida sin conocerlo.