Salí del pasillo sin lograr formar una palabra. Es que esto es demasiado para cualquier persona. No es normal tener una vida así. Quiero que regrese mi vida perfecta en donde yo solo desconfiaba del mundo entero. Como deseo tener una varita mágica, o sufrir nuevamente una pérdida de memoria. Pero esta vez estar pérdida en un lugar donde nadie me conozca, en un lugar donde nadie me pueda lastimar, en un lugar donde las mentiras no se sirvan como plato principal del día.
¿Acaso esto es normal?
Porque déjenme decirles que para mí no lo es. Mis padres me buscan, Sasha es mi hermano mayor, mi tía Francesca tiene un grave accidente, Stefano es mafioso y me odia y no sé el motivo. Probablemente hay más mentiras en mi vida, y por si fuera poco, mi familia pertenece a la mafia rusa.
¿Me falto mencionar algo más? Como pude olvidarlo. Soy la jefa de la mafia.
—Más de 20 años de una vida perfecta destruida en segundos —susurro a la nada.
Salgo como alma que lleva el diablo buscando la salida del hospital. Sé que debería quedarme y saber cómo saldrá la operación, pero no puedo. Esto me rebasa. Siento que me estoy asfixiando en este lugar. Me falta el aire, siento una terrible opresión en mi pecho, estoy helada, mi sudor es frío y tengo un nudo enorme en la garganta.
No quiero que me vaya a dar un ataque.
No aquí, no ahora.
—¡Natasha! —la gruesa voz de Nathan hace que me dé más pánico del que tengo.
Finjo no haberlo escuchado.
No quiero que me vea así. ¿Por qué siempre me encuentra en mis peores momentos? ¡¿Por qué?!
—¡Natasha! —escucho su grito de nuevo a lo lejos.
Sé que quiere saber que me pasa, pero no sé, solo quiero huir de esto. Con paso decido y más rápido sigo caminando, por no decir, correr. Miro a los lados buscando las escaleras de emergencia.
¿Estúpidas escaleras, dónde se metieron?
—¡Ah! ¿Seré idiota? Estoy en el primer piso. ¡Idiotez, sal de este cuerpo, por favor! —murmuro por lo bajo.
—¡Natasha, detente! —grita cuando me vuelve a encontrar.
Ni siquiera puedo huir bien.