clases cuando saltó de la em
—¿Por qué no me avisaste que vendrías? —murmuró contra su
mó la nana desde la cocina, antes de
er Cyia a su hermanita—. Ya viene el cumpleaños de
sup
rse a Texas para poder mantener la casa, puesto que Mia era muy pequeña y
galos —hizo s
a mujer mayor —Esta mañana te fuiste rápido y se me olvi
des tu obsesión con el a
itarme quitarme e
niforme y se colocó un mono blanco y una camisa suelt
o su hermana apen
y se echaron a
entras caminaban —Luces rara pelinegra y con pecas —opin
rón —respondió con simpleza—, sue
no dijo nada al respecto, enton
mábamos un café y de regreso pasamos por una librería —comienza a contar en medio de una risilla—. Se quedó pegada a la vitrina, embobada
gradeció, apenada—. P
ana. Cyia dividía su paga quincenal para costear sus gastos y mandarle algo a su pequeña fa
lo que sintió una punzada de culpa, no quería ni imaginar la canti
la, leyendole el pensamiento—. Además, ya sé que con el dinero que te mando a vec
da, su segundo nombre no le gustaba mucho—. Y no
starla —Además, el PDF es ile
rtaría, porque amo leer y estaría en el bote con ganas —se alzó de hombros—.
ó su hermana—. Toda u
l enfocar su vista al frente
Qu
inis
as hermanas debía pasar para llegar al centro. Unas estaban completamente desnudas, otras sostenía
do no se respetaban ni a sí mismas. Que destruyan propiedades porque simplemente les da la gana, par
oxígeno, soltó un la
asta ladridos, llantos de bebés, todo le causaba dolor de cabeza. Hasta hizo una mueca de repudio cuando pasó por el la
an un trabajo por creer que ser mujeres las hacía menos capaces, se entendía que quisieran legalizar el aborto si la persona fue v
egal para follar sin protección si les daba la gan
no: "Los hombres nos dicen aburridas por querer protegernos durante el sexo, pero cuando nos embarazamos nos dicen inú
dad de
una
es una invitación
garrando la mano de su hermana, quien la seguía por detrás para así escabullirse más rápido. Pe
color violeta, sus brazos estaban alzados, sosteniendo un cartel que decía en letras rojas y gruesas:
e su amigo, pero en vez de tener un cartel; aqu
uestionó la mayor, tocand
estaba contraído por una notoria tristeza, y el de Bea Francis no era la excepción. Sintió in
del cúmulo de gente. Antes de llegar al centro, vio a un hombre con su per
cuerpo una cartulina de cada lado, ésta decía: Estoy aquí para hacer j
e había causado
y se prepararon mentalmente para ir por un otra parte,
Cyia le engregó la bolsa de t
de la menor mientras su única imágen materna
bras de Grey —habló la mayor sin rod
or, con una mueca de est
los ojos bien abiertos, Mia suavizó su e
s —explicó—. Son atrevidos y...
s brazos en jarras. Su hermanita negó —Yo tampoco, pero sup
gustan —reiter
hermana cabizbaja por la pena, el atribulamiento repentino, o quizás ambas cosas; decidió explicarlo un poco más explícito—. Me refiero a que prefieres quedarte leyendo antes que salir de fiesta, prefier
o y los dos pares de o
tener la certeza de que no seré tía pronto porque no tengo una hermana irresponsable —se llevó una mano al pecho
bro. No me llama la atención, o sea, he leído escenas +18 en las otras historias, por supuesto. Pero, ¿malt
rmana —se tiró en la cama—, al menos ya no; los chicos no regalan flores, no te escriben cartas ni te dedican canciones
ta por mucho tiempo. Porque me gusta imaginar que soy la protagonista de esos libros de amor —sonrió—, y me g
uchero—, el libro es fam
a incontenible, a lo que s
a de que
s con que creíste que me gustaría un libro sólo porque es famoso. Es famoso porque a las
tagiada de la risa porque lo que dijo
a diversión—. Vendelo y compra otro q
buscó en su maleta los
a que le gusta —colocó el pr
a de transparencia floreada del mismo color. Un cinturon que aparentemente era de oro puro separaba la parte de arriba de la gran falda que comenzaba a descender desde su vientre, la forma de aquel cinturon era la de
ba a la chica, parecía más bien una estrella, dentro de éste destacaba la imágen de las alas de un ágila. Fue como si por primer
de la chica, fue el título del libro en letras de color dorado al igual que la tiara.
por delante de la cara de la aludida—, ¿qué pasó?
por su portada, pero... —las oraciones le salían con un hilo de voz, así que carraspeó su garganta u
de ello—. Vendida es su libro favorito, dice que el reino en el que se basa es el diminu
misma e
ando a la pelirroja con incredulid
ivinó lo que iba a preguntar su hermana cuando por el rabillo del ojo la vio abrir la boca, entonces añadió—:
da, pero la comes tanto que te aburre y quieres otra cosa. Con tu canción favorita, llega
ientras no sea mi caso, leeré la triste histor
abitación hizo que la pecosa
na —dijo
e las hermanas un cuerpo que ni e
que toque esta puerta o qué
lo, la emoción de sus nuevos libros había suprimido momentáneamente el enigma de querer sa
r gris, una camisa deportiva anaranjada y zapatos del mismo color de la tela que le cubría e
iguió—. No sabía qu
con el libro entre las manos—.
amiga—. Ehh... Te traje esto —dejó de esconder la mano tras su espalda para dejar a la vista una hermosa
r mientras se levantaba—. Los dejo solos, voy a ver si a la
labios minutos atrás "los chicos no regalan flores, no te escriben cartas ni te dedican canciones" hizo una m
a cómodo, pero tampoco tenso, más bien era inefable. La extrañeza de Mia se esfumó apenas vio la
ía dicho —deseó el castaño, aún intentando orn
ue me regalaba flores era mi padre —aga
el sentimiento de pena lo aco
cia de mi parte —curvó sus labios hacia abajo s
cabeza con sus ojos comenzando a empañarse
nrió forzada o sinceram
r no haber podido acompañarlas a tu abuela y a ti en esa cena
obsequiaron—. De hecho, podría jurar que mi nana se siente feliz de que es
ent apareció de repente y se subió al regazo de Eliot, dándose calor con la tela gris de
comentó la
ué
amió sus
s del servicio de cable y así —arrugó las cejas—. Hasta a mi abuela, en el mundo yo era la única persona a la que toler
de la mascota de una sola oreja—, es tu felino, quien es muy selectivo por l
smo color que las suyas, pudo ver en éstas la entrada a su alma pura, inocente y virgen de malicia. Y un leve rasguño fue lo que sintió en la parte izquierda de su pecho, sabía que dañaría a l
uida de unos golpes a la puerta, sacándolos a a
sin dejar de sonreírl
en los escalones con el mestizo descansando en sus piernas. Mia sólo leía los primeros capítulos de su nuevo libro, férrea a las páginas, sintiendo su entorno disperso, fu
ngular olor a tierra mojada danzaba en el aire, al compás de la naturaleza y el color verde como su escenario, el deleite olfativo
e una sola planta, con sólo dos habitaciones
mucha más paz al chico de la que le traía su propio hogar con todas las comodidades habidas y por haber. Y es cierto eso de que no se trata de tener
a su vida cotidiana, sino él mismo y su nato defecto de no
otas que se colaban en la conversación y riendo por lo que causaba gracia. En ese momento supo que ese era su lugar, que
a comenzado a sonar dentro del bolsillo de su pantalón. Era
que pronunció
oger el vestido que usaré para la fiesta, t
nfortaba tanto, ni de ella. Pero tampoco quería que su amiga se enojase con él, más bien le había ca
veo en la plaza y de ah
cuidado en el piso quemado, se adentró a la casa a despedirse de Cyia y la señora Gertrudys que se encon
iba a hacer café —i
maré ese ofrecimiento como un motivo para
ontestó la nana, regresando su vista a los
hasta
no se percató de su presencia ni porque la brisa dejara de abr
tento de colocar su atención en algo que no fuera l
mejillas, haciendo sonar un beso q
únicas dos palabras q
al castaño antes de que se perdiera por las ca