Antes de que Emmett pudiera explicar que ella era su esposa, una fuerte voz lo interrumpió. "¡Hola! Eres tú".
Debbie se acercó a él y lo apartó a un lado antes de que este pudiera reaccionar.
Emmett se quedó inmóvil y la miró con confusión. "¿Qué pasa, señora Hilton? El señor Hilton aún no la conoce, así que me gustaría presentárselo".
Debbie tuvo ganas de reírse en ese momento. Había estado casada con Carlos durante tres años, pero aun así necesitaba que alguien más se lo presentara.
"Gracias, Emmett", susurró mientras se inclinaba hacia él. "Pero no será necesario. Ya le pedí a Philip que le diera el acuerdo de divorcio, así que no es necesario conocernos personalmente".
"¿Qué acuerdo de divorcio? ¿Piensa divorciarse del señor Hilton?", murmuró Emmett, tan sorprendido que retrocedió un paso mientras la miraba con asombro.
No pudo evitar preguntarse si esa mujer se encontraba mal de la cabeza. Carlos era un hombre adinerado. ¿Por qué querría pedirle el divorcio?
Debbie agarró el dobladillo de su vestido con una expresión tímida. "Sí, pero para evitar malentendidos innecesarios, me gustaría que lo mantuvieras en secreto".
Cuando Emmett regresó, Carlos acababa de terminar de pagar las cosas que Olga había comprado.
De repente, sus fríos ojos se posaron en el rostro del asistente. Cuando recordó que Debbie lo había besado el día anterior, su expresión se volvió sombría. "Emmett, no me interesa cuál sea tu relación con ella", anunció indiferentemente. "Pero quiero que la eches de inmediato de la Plaza Internacional Shining. Esa mujer no merece entrar aquí".
"Pero señor Hilton...", murmuró él.
"Emmett, el señor Hilton te ha dado una orden. ¿Por qué no haces lo que acaba de decirte?", interrumpió Olga con complacencia antes de que este pudiera continuar. Era evidente que estaba complacida con lo que Carlos acababa de decir.
Pensaba que estaba echando a Debbie por ella.
"Pero, señor Hilton, ella es...", insistió Emmett.
Estaba en un dilema. La mujer a la que Carlos quería que echara era su esposa. ¿Cómo podía hacer eso? Por lo tanto, se armó de valor para disuadir a su jefe, con la esperanza de que cambiara de opinión.
Sin embargo, no se atrevió a decir nada más cuando notó su mirada fría. Emmett se volvió hacia los guardaespaldas que estaban detrás de él. "Pídeles que salgan lo más antes posible".
Estaba haciendo todo lo posible por seguir mostrándose cortés con Debbie. No pudo evitar sentirse desafortunado al verse atrapado entre su jefe y la esposa de este.
Como había estado escuchando su conversación, Debbie no tardó en enterarse de que querían sacarla a ella y a sus amigos.
"No necesitas hacer nada. Nos vamos ahora", respondió ella. De inmediato, agarró la bolsa de compras que le estaba dando la vendedora y salió de la tienda.
Carlos la vio marcharse con un rastro de confusión en sus ojos oscuros.
Olga observó furiosamente la espalda de Debbie, y luego ajustó su expresión. "Tengo hambre, señor Hilton", dijo suavemente mientras lo tomaba del brazo. "Vayamos al quinto piso de Alioth, ¿de acuerdo?".
Él se volvió hacia Emmett. "Muéstrame el camino", ordenó.
Despejando todas sus dudas, el asistente se apresuró a guiarlos.
Mientras tanto, Debbie y sus amigos ya se encontraban en la entrada de la Plaza Internacional Shining.
De repente, Debbie se detuvo y giró la cabeza para mirar a Jeremías y a Dixon. "Muchas gracias por llevar nuestras bolsas de compras, chicos. Ahora vayamos a comer al quinto piso de Alioth. Yo invito".
Jeremías se quedó perplejo y se dejó caer dramáticamente en los brazos de Dixon, quien estaba detrás de él. "Dixon... ¿Acaso Debbie se volvió loca?".
En realidad, este también estaba confundido. Era un hecho que su amiga estaba teniendo un comportamiento bastante inusual.
La comida en Alioth costaba un ojo de la cara. Eran pocas las personas que podían permitirse cenar en ese lugar.
Karen le dio un codazo a Jeremías, tranquilizándolo. "El auto de Debbie vale más de diez millones de dólares. Por supuesto que puede darse el lujo de comer en Alioth. ¿Acaso la estás subestimando?".
Jeremías pensó que ella tenía razón, así que se enderezó y arregló su ropa. Sin embargo, tal vez Debbie podía invitarlos a Alioth, pero no era sencillo conseguir una mesa. Las personas tenían que hacer una reserva con antelación. "Es la hora del almuerzo, así que tal vez no haya una mesa disponible para nosotros", refutó Jeremías.
Recordaba que cada vez que su padre invitaba a algunos clientes importantes a comer en Alioth, tenía que hacer una reserva con una semana, medio mes o incluso tres meses de antemano.
Sin embargo, Debbie no lo escuchó en absoluto. Estaba demasiado sumida en sus pensamientos. Su esposo Carlos estaba llevando públicamente a otra mujer de compras, y si no se equivocaba, cada una de las bolsas en las manos de Emmett debían costar más de diez mil o incluso cientos de miles de dólares.
Carlos le daba a Debbie una enorme cantidad de dinero mensualmente, pero como seguía siendo una estudiante y no necesitaba tanto, solo tomaba una pequeña cantidad. Philip guardaba el resto para ella, y Debbie no preguntaba más al respecto.
Jamás había comprado cosas muy caras porque no quería despilfarrar el dinero de Carlos. Pero esa mujer que lo acompañaba logró que él pagara todo lo que quisiera sin hacer nada. Si Debbie era la esposa de Carlos, ¿por qué debía conformarse con tan poco? ¿Por qué debía ser tan condescendiente con él? No tenía que vivir austeramente, ¿verdad?
De todos modos, pronto se divorciarían. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad para disfrutar de una vida llena de lujos?
Debbie se volvió para mirar a sus amigas, quienes seguían hablando sobre Alioth. Pensaba que valía la pena invitarlos a un banquete.
Entonces, sacó su celular y llamó a Philip.
La llamada duró un minuto, y después de colgar, se volvió hacia ellos. Sus amigos interrumpieron su intensa discusión y la miraron atónitos.
"Vamos", dijo Debbie tranquilamente.
"¿A dónde?", preguntó Kristina con cautela.
Debbie esbozó una sonrisa. "Los invitaré a comer, ¿no?".
Luego, empezó a caminar y los demás la siguieron.
Unos minutos más tarde, llegaron a Alioth.
Debbie estaba esperando que el mesero confirmara la sala privada que había reservado a su nombre cuando, de repente, el ascensor del quinto piso volvió a abrirse.
El hombre que salió exudaba un aura tan poderosa que resultaba imposible ignorarlo.
Debbie se agarró el pecho con sorpresa. Cuando aún no consideraba divorciarse de Carlos, sentía que ver a su esposo era más difícil que ir al cielo, pero desde que tomó esa decisión, ya se habían encontrado tres veces.
No podía evitar preguntarse si él estaba apareciendo a propósito para llamar su atención y salvar su matrimonio.
"¡Échenla!".
La voz helada del hombre fue suficiente para Debbie recuperara el sentido.
El gerente del lugar se secó el sudor frío de la frente. "Señor Hilton, estos son los invitados de Philip", explicó nerviosamente.
Carlos observó a los estudiantes, y luego señaló a Debbie. "Emmett, sácala a ella de aquí y deja que los demás se queden", ordenó.
Olga, que había estado en silencio todo este tiempo, estuvo a punto de echarse a reír. Aún pensaba que Carlos estaba haciendo todo eso por ella.
Por otro lado, Emmett estaba muy confundido. Carlos jamás había visto a Debbie. ¿Por qué siempre estaba en contra de ella? Parecía odiarla demasiado.
Ya había pasado medio minuto, pero Emmett seguía sin reaccionar. Carlos perdió la paciencia y le dirigió a su asistente una mirada fulminante. "¿Acaso no puedes manejar un asunto tan trivial como este?", preguntó.
Emmett estaba aterrorizado. "No, señor Hilton", respondió. "No es eso. Es solo que ella es... En realidad, ella es...".