recieron frente a su puerta. A pesar de que él era bastante apuesto y el perrito
las de terror, por lo que aquella escena n
sedoso cabello negro, había un par de ojos brillantes parecidos a estrella
luso las delgadas manos del hombre, tan blancas como el marfil, se habían puesto rojas. Él también debí
te, pero podía ver que amaba a
haber estado en esa posición. A pesar de que frunció el ceño
entraron en contacto con las frías de Yusuf, y la chica se estr
tivo y distante vecino, no pensaba que fuera una
ara tan poca ropa haciendo tanto frío!
a mano. La última ocasión se dio porque Preciosa
manos de Maya. Se sintió un poco avergo
ue no tuvo más remedio que preguntarle: "¿
río día de invierno? ¿Por qué estab
é mi teléfono en casa". Maya ya s
a reír. "Ya veo", dijo arrugando las cejas. "Bueno, puedes quedarte
íblemente guapo que era; la segunda, lo mucho que amab
ono para llamar a Andy. Sin embargo, en medio de su desesperación, recordó que su amigo había mencionado que esa chica e
e le ocurrió que Maya podría pensar
le dijo u
o, agarró una fina manta del sofá cuando regresaba a la sala de
ecerme. Después de t
char las palabras de Maya. En cambio, solo tomó el vaso. De repente, notó que ella e