img El secreto de la sumisa  /  Capítulo 6 La tercera tarjeta | 28.57%
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Historia

Capítulo 6 La tercera tarjeta

Palabras:3080    |    Actualizado en: 13/10/2022

ITU

CERA T

calera elegante de esas que se dividen en dos al terminar, a derecha e izquierda, y más oscura que una noche sin luna, me condujo hasta la primera y única planta al parecer. A mi derecha un enorme espejo de marco, ancho y dorado, reinaba sobre una consola dorada también que se veía bien conservada a pesar de lo antigua. Me miré coqueta yo en él y me contoneé con las manos en mis caderas, mientras esperaba a llamar. Pero la puerta se abrió solita y yo metí la cabecita por entre la estrecha abertura

a de Guevar

qué le iba a quitar la ilusión

me por

. Allí tras una mesa de caoba con incrustaciones de bronce se encontraba otro viejecito, de amable sonr

duques de Castrejana, o la cena de los Martín Posadilla. Deberá elegir una

es de Castrejana, pa

evés, señorita. Es usted muy

o me preguntaba ¿qué coño creerá este

, me condujeron a un saloncito muy cuco, dónde me pidieron que esperase a que todo estuviese lis

a y vengo de parte

ieron muy ties

tros esperábamos a la

claro. Es que venía pensando en mi herm

os…-dejó en el aire la frase el segundo de los ancianitos. Espere

aría bien si no e

, será un placer

aba ser la estrella de la bandeja, porque al parecer era solo para mí. La depositó, sin incidencias dignas de mención, sobre una mesa de pequeñas dimensiones y me acercó una silla de alto respaldo, digna de una reina. Me senté con las piernas juntas, pero s

gusto seño

itaba este elixir para equilibrar mi mente

ble, creo que será de mucha util

esperar media hora larga, que se me antojó una eternidad, y mientras tanto, me puse a pensar en mis cosas. No era educado al parecer ponerse a manejar un teléfono móvil o leer una revista, que por otra parte no encontraría, pues solo vi periódicos del

tá esperando, le llevará directament

la calle. Allí en medio de la calle preciados, que es peatonal, y cómo si no le importase nada, o bien tuviese un privilegio especialmente concedido

emente, inclinándose con

licores o refrescos. No acertaba a ver dónde estaba el bar, y al verme algo desconcertada, mirándome por el espejo retrovisor presionó un botoncito y de la pared acolchada de la tapicería se despegó una puertecita que dejó ver un mini bar espléndidamente servido. Alargué la mano y sa

cter seco, por el contrario su hijo es un hombre amable y de fácil sonrisa, pe

esta ocasión era patente que así era. La mansión podría muy bien haber servido para una película de vampiros, y los muebles gritaban por ser restaurados con urgencia. El jardín, enorme y salpicado de robles y hayas, estaba lleno de zarzas y malas hierbas. Una figura

ela y me saludó de nuevo, inclinándose con una sonrisa en sus labios. Arrancó, solo cuando vio que el varón que me esperaba me recibía con amabilid

ignado a venir en nuestra ayuda.Pase por favor he ordenado que la lleven a la habitación rosa, en la segunda planta.

n mía ya, con qué me iba yo a cambiar si no llevaba nada encima, ni maletas ni cosa por el estilo. Por un corredor interminable decoradas sus paredes con cuadros de Murillo y Rembrandt, y salpicado por consolas doradas sobre las cuales había relojes de hace siglos y espejos que no devolvían ninguna imagen por estar uno frente a

orita, es una de las poc

e un color suave y que empapelaba c

nte, gracias, bajaré

. Al mirar las etiquetas vi los nombres de los modistos y me quedé boquiabierta. Giorgio Armani, Versace, Pierre Cardín, Ives Sant Laurent, Ralp Laurent…seleccioné uno de Ives Sant Laurent, rojo oscuro, largo y ceñido, con escote palabra de honor, que tenía como complemento un echarpe a juego, para colocar alrededor del cuello. Un bolsito en el cajón de justo debajo, hacía j

s días en nuestra humilde mansión sea

is nenes y mi Antonio, ¿qué hago yo con ellos?, me va a matar mi

e mansión, pero haré cuanto me sea posible por serles de utilidad en cuanto me expongan s

tan ocupada a nivel internacional como es usted, no dispondrá de tiemp

a y siniestra de cada gran plato de porcelana, con los bordes dorados. La cubertería de plata por supuesto, y las copas, para Agua, vino, champán y brandy, bien alineadas. Tenían hechos los deberes. Apoyé levemente mis manitas en el borde de la mesa y vi que se miraban sonriendo apro

mundo, para redecorar adecuadamente esta mansión, que se cae a trozos

rable cantidad de dinero, para ponerla como debe

ada cuadro y sitúelos dónde crea más conveniente. Las almonedas estarán a su disposición cuando las visite. Tiene carta blanca para decorarla y reconstruirla a su gusto. Como ve confiamos

or de ambos.-y él es mi heredero, el conde de Montalto y Aldaña, don Alonso. Heredará esta finca y la de los Aldaña en Segovia. Tenemos gustos

como si fuesen la ambrosía de los dioses y disfruté sintiéndome importante. Ahora espera estar a la altura, esto no era decorar la salita de casa. Pensé en esas casas que se ve

algunos de calidad adquiridos en tiendas especializadas, para obtener además de la elegancia y el abolengo que su título

él, que no tiene hijos, y esa es la razón por la que yo heredaré sus títulos, es

u tío, que paseará por él, como si del mismísimo paraíso se tratase. Me encargaré de contratar a tres jardineros eficientes que vayan limpiándolo y dejándolo preparado para plantar flores y pla

Guevara, por supuesto, cu

se contase con mi opinión y a tener una profesión, que nunca soñé. Pero todo sueño tiende a disipa

a pesar de que estoy segura de que no todas mis elecciones fueron de su completo agrado. Al final de la tarde un camión estaba ya cargado con tres grandes cómodas del siglo XVI, cinco armarios tallados en ébano del XVII y siete mesillas de noche que deberíamos combinar con muebles más acordes a la época en que vivimos.

ue no dijo nada. Se limitó a fruncir el ceño, y callarse. Alonso, me dijo que dispusiese como precisara del arma

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