img El secreto de la sumisa  /  Capítulo 4 La ausencia | 19.05%
Instalar App
Historia

Capítulo 4 La ausencia

Palabras:3608    |    Actualizado en: 12/10/2022

ITU

AUS

Me fui al baño, fingiendo que me meaba, que solía ser verdad, pero hijas ¿qué queréis que os diga?, se me había cortado hasta el pis al recibir aquel mensajito. Ponía poco, dema

es que vas de mi parte de

ería nunca más el Julián, era a partir de ese momento, Adrián. Busqué un sitio, fuera del alcance de los nenes, y sobre todo, donde a Antonio, no le diese por hurgar, que estaba segurísima, de que trataría de fisgarme el móvil. Y lo e

ni hablar, de eso nada de nada, claro, ¡qué miedo hijas, qué miedo!, ¡a saber quiénes eran!, claro, que por otra parte podía ir a una de las direcciones y mirar de lejos, por eso, ¿no pasaría nada, verdad?, Antonio se puso a chatear en el ordenador, con no sé quién y los niños se pusieron a jugar

ndo impoluta la salita y me fui para la cama, al poco, sí, necesitaba dormir. Pero antes…me encerré en el baño y le volvía a leer, el mensajito, del Adrián, ¡ay como me cuesta todavía cambiarle el nombre hijas!, luego saqué las tarjetas de presentación y elegí una. “Shoe`s fashion”, era la dirección de una

uilla o cosa por el estilo, que si no…la tiendita en cuestión se encontraba en la calle Serrano, y en el escaparate, se veían seis pares de zapatos de los que usa la Obregón, pues de esos. Una cosa me sorprendió, todos pasaban de setecientos euros, y eran todos “Manolo Blani”, vamos que hasta la Preysler pasaba de largo de lo caros que resultaban. Total para pisar las mismas calles digo yo. Me armé d evalor y envarada, tiesa como si me hubieran metido el palo de una escoba por la espalda, presioné y me metí en la tienda. El dependi

arte de Adr

ó como un bobo. Igual s epensaba que yo era extrat

enga con m

e?, La cosa es que sacó de detrás del lujoso mostrador de cristal un par de cajas de zapat

a para usted señora. Gracias

, ni una oye. Pones aquí una con tapas majas y te forras, pensé yo. Al final de la calle, como no, encontré una en la que para entrar había que pedir cita, porque era tan estrecha la puerta y el interior, que creo que loa habían hecho para que solo entrasen las anoréxicas. Pedí un té, que es lo que piden las nenas finas, ahora las llaman pijas, que la cosa es parecida. Abrí la primera caja y me encontré un sueño, hijas, un sueño de zapatos. Unos Manolo Blani de tacón de vértigo, en piel negra,

l dinero, no cabe duda hija. Los llevaba, lo recuerdo muy bien, Nahomí Campbell, que el rojo le sentaba de muerte.

me gusta más a mí,

eñé el p

cogerlos en sus manos de uñas super

ersace y un clutch de cristal neg

micromundo de ama de casa corriente. Me quedaban cuatro tarjetitas más, y como todas fueran como la primera, pues hijas, que me iba a poner las botas. Me preocupaba sobremanera, dónde iba yo a guardar aquellas dos cajas, sin que Antonio o los nenes me las localizasen. Se iba a armar una muy gorda, pensaría que tengo un amante o algo así…bueno ¿y no era la verdad que tenía un amante?, ¡ay qué mal me sonaba aquello!, yo que siempre había criticado a las que hacían cosas de estas. No, si nunca se sabe dónde va a terminar una, ni qué va a hacer con su vida, o al menos con parte de ella. Apretaba las dos cajas, dentro de la bolsa, sentada en el metro, como si de ellas dependiera mi vida, y en ese preciso instante, mi flamante teléfono móvil vibró

ría camino en mi monótona vida. Y tenía nombre y apellido, Adrián Guevara. Subí en el ascensor y pensé: “a ver si la vecinita me encuentra esta vez, que le enseño los Manolos y se muere de envidia la muy…y mira hubo suerte. Salía del ascensor, por

s Manolos Blani, un caprichito de nada,

ñamelos que no he visto unos

l gran gustazo de enseñárs

Los zapatos de color negro, se adueñaron del espacio en que nos encont

vaba en Cibeles Nahomí Campbell, le s

ue se gasta un dinerito en su mujercita ¿e

hablamos más que u

mpre a toda prisa,

trabajarás tú rica?, p

enseñarás los otros ot

o corras mucho a ve

os. Me metí en el ascensor y me di dos tortitas en la cara, ¡que eres tonta hija!, me recriminé a mí misma. Metí la llave en la cerradura y entré en casa. Todo estaba como siempre, Alex peleando con María y Antonio en el ordenador chateando con a saber quién también. Fui a todo correr a la terraza y saqué un par de cajas de cartón que tenían un chino r

tal el

nsiderando la guerra que

es tanto, s

que he quedado con Mari y Ma

oléis queda

ompras pues ya sabes, por cotil

se ponen de pesados y solo hacen que enr

ego con ellos día a día

e había costado en la vida, los nenes, la casa, Antonio…ya estaba pensando como hacía mi madre, que la recuerdo mucho. La pobre murió hace tres años y desde entonces creo que me he convertido un poco en ella. Quiero dejar de ser una maruja sin relieve, sin nada que contar, a la que no le pasa nunca nada. Pero claro me he metido en un lío super gordo. A saber cómo puede acabar todo esto, como el rosario de la aurora. Me atusé el pelo, que s eme rebelaba y lo sujeté con una goma que llevaba en el delantal. Entré en e

s en los extremos de los ojos, y las ojeras no sé yo si…”Antonio, esa noche se quedó en el ordenador hasta las dos de la madrugada, como al día siguiente no tenía que levantarse pront

spertado?,

radar especial, que nos mantiene en un permanente duermevela. Mientras trataba de volver a dormirme, pensé que estaba echando de menos a Adrián, y casi no le había deja

estar y saqué los negros. Me los calcé y me vino una pregunta a la mente. ¿Cómo diantres sabía Adrián mi número de pie?, si Antonio que vive conmigo desde, hace tanto, seguro que ni lo sabe. Bueno, da igual, la cosa es que me quedaban mejor que a Nahomí. ¡Vaya que sí! Eso sí, lo de caminar con aquellos tacones de veinticinco centímetros ya fue otra cosa,

n la boca a tu vecina, con lo maja que es. Así que he ven

sabes los quehaceres de las mujeres que n

ije lo inoportuna que

ongo que es tu cumpleaños o algo así. Porq

un sueño que yo tenía, así

tienes en ascuas, e

i a mi habitación y traje los zapatos. Me los puse

omo hechos a medida. ¿Y los otros?, ¿también son manol

anolos, pero más b

stoy emocionadísimaaaa!. –me dijo, con un gr

rme unos pasos, como si tuviese experiencia con ellos, y debí componer una

haces de miedo,

o. Me los quité para poner un cafetito, y charlar de otras cosas, que yo también quer

s?, ¿a qué te dedicas?, no s

ría de la calle Callao y tengo unos horarios de locura hija, cad

Antonio, se pone de muy mal hu

a colocar en el armarito de la terraza y me senté a ver un capítulo que daban repetido en la tele, de “Mátame

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY