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Historia
La puritana

La puritana

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Capítulo 1 La huida

Palabras:2996    |    Actualizado en: 13/10/2022

TULO

H

. Sus botas al correr, pateaban las aguas sucias de las charcas, que le salpicaban la ropa embarrándole. Su cabeza giraba en derredor, tratando de ver si algún guardia estaba tras sus pasos y de cuando en cuando, se sumergía en las sombras de algún portal, que más parecía ser una boca del Averno, que la entrada a una vivienda. Serpenteó por calles oscuras, en las que abundaba la basura y los restos de comida. Un intenso olor a suciedad y orines viejos, impregnaba la atmósfera y Jonathan

than solo Dios c

. Temió, no la muerte, sino dejar indefensos a sus hijos y esposa. Oró en silencio y se pegó a la pared de l

no sois temeroso de Dios?-le preguntó con gesto adusto, el que pa

e estado trabajando hasta tarde y ahora me dirijo a mi c

un rebelde mentiroso, de los que se reúnen en cland

ras atravesaban las dos últimas callejuelas, que Jonathan sabía desembocaban en el puerto. Nervioso y aterrado, a la vez que helado de frío, intentó iniciar una conversación con los s

¡favor!

tas calles del demonio a estas horas, si no queréi

dores una vez más y él se escurrió entre los montones de tierra y desechos, hasta encontrarse a tres metros de su casa. Miró una vez más atrás, para ver si le habían seguido, y tras cerciorarse de que no era

eces había mirado al horizonte en compañía de su esposa Catheryn con la ingenua esperan

salía de una reunión clandestina, en la que varios varones, habían tomado la decisión de escapar antes de que fuese demasiado tarde. Siete familias, embarcarían en un navío cuyo nombre ninguno sabía por seguridad. Solo el capitán, también pu

ó en sus brazos llorando y él la

ranquilizaos,-le repitió una segunda vez, mientras ella se separaba de su pecho y se s

ncluso subieron casa por casa, preguntando por los esposos que no estaban en ellas. Yo dije que

marchar a la nueva tierra donde podremos adorar a Dios en libertad

en mi cama y a su

vamos. Mete en un hatillo solo lo de mayor valor y lo que sea

ujer y de varón, así como algo de ropa de abrigo para sus hijos. Jonathan extrajo de un estante un libro de tapas negras, una biblia, y una pluma gastada con la que solía escribir además del tintero, casi vacío. Guardó en su faltriquera una bolsita que sonó al ser agarrada con la manaza del estibador. Dentro, estaban los tres medios sueldos que habían ahorrado, para irse de Inglaterra. Con la ropa en un hatillo

ujiendo su maderamen como si fuese a d

PITU

EMB

de papistas, como de disidentes de la Iglesia Anglicana, como de ellos mismos. Huir era la única salida que les quedaba. Lord Sentheyr se introducía en una carroza que evidenciaba el paso del tiempo y el excesivo uso, y daba dos golpes en el techo de esta, para que el cochero en el pescante, supiera que podía salir de allí. Se desprendió de la capa y dejó al descubierto, un jubón de terciopelo negro, con botonadura de oro y unas calzas del mismo color, enfundadas en sendas botas de cuero negro y brillante. Sus manos, de un extraordinario y marfilíneo color, aferraban un bastón de madera de ónice la diestra, y un pequeño pergamino la siniestra. Su cabeza, iba cubierta

arían una en el muelle en la esquina de Orange Street con Towerking Street, y la otra la de Laidors, en la manzana aledaña. Estaban a poco menos de media hora en coche, del punto previamente seleccionado y sin embargo, sus nervios se tensaban como cuerdas de arco. Llovía copiosamente y el agua repiqueteaba contra el cristal del coche, como luchando por abrirse paso hasta Lord William. En su mente bullía una idea, un sueño irrealizable, que se estaba convirtiendo en realidad, por la mano de Dios todopoderoso, que les prestaba su gracia, a fin de que le pudiesen adorar como ellos deseaban y Él mandaba. La ciudad de Londres, apareció como una gema débilmente iluminada, que anhela ser

y de su interior descendió un adusto varón, ataviado con jubón y calzas azul marino y g

por su rebelde boca.-perdón, conmigo viajan los tres miembros de la familia Maccarthy. Hemos de darnos prisa y

e siguió entre crujidos y traqueteos que avisaban de que en un momento, tiempo esperado, se desmontaría por completo. Llegar fue lo más sencillo, pero recoger a los Wox y a los Laidors iba a ser más difícil.

e atravesar esa línea de soldad

sas dos familias vendrán, de una u otro forma, a nuestra presencia. Faraón fue más terco y sin emba

William, que si no sucede algo a nuestro favor y

ellos y tened fe…eso h

arámetros que él manejaba. Miraba de hito en hito, a ver si algún embozado caballero, de los pocos que pasaban por delante y a la carrera, para librarse en lo posible del aguacero que caía de los cielos, era el que les tenía que conducir, al navío que les llevaría al nuevo mundo. Él

tas y al muelle entero con ellas. Los soldados buscaron refugio, bajo el ancho alero de una casucha, que era la esquina que daba al muelle y junto a ellos, una mujer y dos niños se r

ras en plena calle bajo esta tormenta?-le p

ue ayudarla a cuidar de sus hijos, pero mi esposo

marchad pegados a la pared, que este viento del

en dirección a la casa de los Wox, para tratar de encontrarse con su marido y con ellos mismos. El ag

íbamos a ayudar a mi hermana que acaba de dar a luz para cuidar a sus niños, El Señor sabrá

que nos somete y cuando estemos a salvo, Él sabrá en

ra conducirles hasta “El Aurora” y “La Misericordia”. Corrieron como almas que lleva el diablo, bajo la lluvia torrencial qu

cuanto amaine un poco la tormenta

Tras subir las dos familias, ordenó retirar la pasarela y dos marineros, cumplieron la orden con gusto. Aún tardó un par de eternas horas, antes de que la tormenta amainase lo suficiente, como para emprender el viaje desplegand

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