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Historia

Capítulo 4 Lo inesperado

Palabras:2588    |    Actualizado en: 27/01/2023

miso para bajar sus maletas hasta el bote que la conduciría hasta la primer World Island: Inglaterra. Sand

rte algo con lo que, pro

rme de mal humor en este día que e

aclaró la garganta antes de proseguir. – E

ente hacia Franco que, por instinto,

ere comprobar en este pequeño trayecto que esta

ió hecha una fiera del elevador. Franco suspiró

que era la muestra de cómo se transportarían de isla en isla a partir de su arribo a Inglaterra. Eduardo

Hassan no sabía qué hacer o decir. Franco llegó corriendo detrás de la rubia y le hizo una seña a Ali de que no

tas malditas islas artificiales por mes y medio! Unas ni siquiera están terImándas de construir, otras están

ero en cosas tan tontas como fiestas, vestidos para tu novia en turno, joyas, autos de carreras, apuestas en el Grand Prix de Montecarlo… Ed

se lo impedía. Cuando murió al dar a luz a Sandra, fue que empezó a intentarlo pero ahora eran sus novias en turno las que le pedían que no lo hiciera. Siempre había una e

Sandra… es

anda. No viste en mí una niña, viste un muchachito que fuera tu amigo en tus correrías… y te salió mal, Eduardo… ¡Yo no era un niño! – Sandra gritó. – Yo no era un amigo tuyo… ¡Era tu maldita hermana! Y claro, cuando cre

ón! – Eduardo rebatió. – Es cierto, yo no esperé tener una herman

undo y los hombres, no intentes explicármelo ahora porque ya es bastante tarde, ya lo aprendí por mi cuenta… - Sandra habló con altivez. ¿Por

duardo sonrió por primera vez en toda la conversación. – Así te llaman, entre

s vemos en mes y medio en Estados Unidos y ahí retomaremos esta plática. Y por mi seguridad, no te

sostenida por Franco, le dijo adiós, besó a

rra… pero aun así eres mi hermano… y t

eron como el yate se alejaba de la costa de Jumeirah. Eduardo s

y fuerte que usted

o, Franco…

isla artificial la fascinó. La playa de Inglaterra era virgen y unas cabañas a todo lujo con hamacas y llenas de p

rece, señori

no me ha decep

a comer para que goce de la vista y por la tarde puede hacer una cabalgata por Inglaterr

r fa

rtar sus maletas hacia la cabaña más lujosa. Por su propia seguridad y recomendación de Franco, Sandra tomó su bolsa, revisó que su pistola estuviese cargada y sigu

una fantástica yegua

ijo Sandra con de

n importe adicion

e la quiero y es en ella

usted

a relinchó cuando Sandra vol

yo, Luna… no te dej

de en Inglaterra? – una voz masculina con acento

gió como usted

de que ella tome el

está depositad

sde

harán la

iso que nadie má

e que la señorita Casablanca cab

s mejores botas de ante y en la cintura se ajustó la pistola en caso de que la necesitara. Sabía que las recomendaciones de Franco eran exageradas pero después de todo, estaba sola y por pura

e duda que en verdad uste

con altivez. – Si vine aquí fue precisamente para no estar oyen

admirar el crepúsculo y corre

o una auténtica amazona al lomo de Luna y se alejó trotan

ero el sonido se hizo más claro y Sandra volteó hacia atrás. Un caballo blanco y un jinete enmascarado al que sólo podían vérsele los ojos la estaba siguiendo y estaba acercándosele cada vez más y más. Sandra mantuvo la calma. Ella estaba armada y sabía defenderse. Sin dejar que Luna amainara la velocidad, Sandra sacó la pistola, se volteó y apuntó hacia el jinete y disparó certeramente. Pero nada. No pasó nada. Sandra maldijo su suerte. ¿Qué demonios…? Y se dio cuenta. Las balas eran de salva. ¿En qué momento había ocurrido semejante cosa si ella misma la noche anterior había verificado el arma? Mientras tanto, el jinete se acercaba a ella y de pronto,

, cariño? Esto va a

que casi la ahogó. No supo si pasaron segundos o minutos hasta que llegaron a una casa sumamente lujosa, con vidrios en lugar de paredes, de dos pisos, con muebles mode

adie va a venir… Ali Hassan se fue…

ió. Sandra gritó e intentó abrir la puerta, las enormes ventanas suntuosas e intentó en vano ver si podía encontrar una salida. Ninguna. Todo estaba bajo llave y aunque hubiera querido aventarse por una ventana, de est

o la arena. El cabello negro azabache se veía sedoso y acariciable. La mandíbula firme, la nariz recta, las cejas obscuras que enmarcaban unos ojos grandes y profundos de un color azul zafiro que brillaban como dos estre

… qué

ía que ese hombre tan hermoso era como un animal que la estaba acorralando y ella

se me

la con los ojos y con

por q

va y comenzó a te

rque! ¿Qué q

lo bastante mujer

ó de correr y alcanzar la puerta pero los fuertes braz

Sandra suplicó. -

dar por el rostro de la rubia. – Tú sabes lo que yo quiero. Pero soy ante todo un caballero y no te

que ella era "la indomable", que el

el hombre se acercó y en un

amás va

uerza hacia él por la cintura y con la otra l

la indomable que hay en ti, Sandra… - y Nassim le dio un bes

más y pasó toda la noche maldiciendo su

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