Sus pies estaban congelados, ¿Por qué los tenía tan entumecidos? Se pregunta la pelinegra mientras se remueve en la cama, de pronto, siente un bulto tibio a su lado lo que la hace abrir los ojos de par en par.
Ofelia observa a un Adriel bien dormido y acurrucado junto a ella; de hecho la estaba abrazando como si ambos fueran bastante íntimos. Las mejillas de Ofelia se encendieron al instante, y en seguida se preguntó, ¿Qué demonios había pasado la noche anterior?
Pestañea, y de la nada, lleva la mirada hacia la ventana. Afuera seguía lloviendo, y parecía que seguían estando sin electricidad. Entonces, recordó los estúpidos truenos. Les tenia pavor, no los soportaba, cada vez que llovía muy fuerte era Gabriela la que estaba a su lado en momentos como ese.
Pero su rescatador había sido Adriel, la joven observa detenidamente las facciones de ese hombre y siente como su corazón retumba su pecho. Moría de ganas por acariciar su rostro, pero sabía que si lo hacía, podía despertarlo. Era muy temprano para salir de la cama, pero ella sí que necesitaba hacerlo.
El detalle era que, no tenía idea de cómo zafarse de los brazos de Adriel. Resignada, recostó la cabeza de la almohada y cubrió sus pies helados. La joven contemplaba aquel rubio, y se preguntaba, ¿Qué pasaría si terminaba enamorándose de él?
Lo de ellos era prohibido, ella estaba allí simplemente para envolverlo y con ello conseguir que liberaran a su hermana, pero… ¿y si se enamoraba realmente de él?