ien, produce un agujero en
nley
ilidad encima de sus caballos, disfrutando del bello paisaje de los terrenos que eran de la propieda
s de que su padre decidiera volverse a casar. El enojo del hijo mayor no era porque su padre volviera a
azules, que había heredado de su difunta madre, con una altura de un metro ochenta y cinco. Él tiene una personalidad seria, prot
ocente que era. Una contextura delgada y una altura normal, ni tan alta pero tampoco tan pequeña. Ella a comparación de su hermano mayor, tenía una personalidad risueña, dulce, alegre y aventure
orazones de los dos jóvenes, logrando que ambos se uni
portaba una mirada seria e iba callado
o un momento su caballo para poder enfocar s
aba resignado - hace ocho años que no lo vemos – mientras miraba al frente y luego a su hermana – sé que deberíamos haberlo ido
su petición, mientras las palabras que le decía su madre c
e te haga sentir mariposas en tu estómago solo con to
cada día extrañaba a la mujer, los pocos consejos y cuando estaba triste, que la sostuviera entre sus brazos para hacerla sentir q
razos, los cuentos que nos contaba cuando no podíamos dormir y los
llo al lado de su hermana y abrazarla – sabes que, aunque ell
para ella, al igual que ella para él. Ambos jóvenes se miráron, para que él secará con
e, Sara – dijo Charl
Charles – dijo Sara cor
ía Margaret se enojará – dijo Charl
segundos, llegaron a la mansión de su tía para dejar los caballos en los cobertizos. Sara agarró el brazo de su hermano para caminar hasta entrar a
e me dé un infarto – dijo su tía con seried
a - dos jóvenes aventureros en busca de algo mágico y ext
endo por lo dicho de su sobrina – bueno va
t detuvo al jóven Charles mientra dejaba ir a Sara a cambiarse. El jóven m
ando el sobre que tenía entre sus ma
nimo – no la he leído, quería que tú lo hicie
sar, el descaro de su padre al mandarle esa carta después de ocho largos años, aún no quería leerla porque seguramente se trataba del bienestar propio de su padre acosta de su hermana. Charles tenía algo claro en su cabeza y
tos d
car con la vajilla de plata. Sara miro a su hermano, que se encontraba serio y pensat
iando su boca con la servilleta – Charles esta serio y tu tía, te encuentras perdida en tu plato – mirando a ambos
s limpiara su boca con la servilleta y di
o de leer de que trata, pero te digo algo Sara – mientras agarraba la suave mano de la jóven – no piens
sta mientras acariciab
s? – dijo Sara con u
os pequeña – dijo el joven dándole
os jóvenes que eran sus sobrinos y lo bien que los había criado su hermana. El r
cue
o la nieve, de complexión delgada y una altura normal, ni tan alta pero tampoco tan pequeña. Tenía una personalidad aventurera, cariñosa, sencilla, creyente del verdadero amor, pero so
su esposo, había hecho todo lo posible en busca de alguna cura, buscando los mejores médicos del lugar, pero nadie le daba esperanza y así estuvieron por tres años. Viendo cada día el estado de deterioro de l
s se agotaron y se durmió para siempre, Francisca había muerto. La muje
naba hacia el jardín sin ser visto y sentarse en la estatua de la familia para descargar todo el dolor acumulado, maldiciendo la enfermedad de su madre. Lloraba desconsoladamente atrayendo sus rodillas a su pecho mientras las abra
an solo minutos de enterrar a la difunta Doña Francisca,
bieran soltado un león, que había sido enjaulado por mucho tiempo. Lo enfurecido que se encon
shb
Margaret, ambos callados y consolándose mutuamente por el funeral de s
ste ya tenía a alguien para que ocupara el lugar del amor de su vida. Debía informarles a sus hijos que se volvería a casar con una joven doncella, los padres de esta ha
enes. Los cuatro entraron a la mansión que ahora se encontraba en silencio e inundada de recuerdos. Cha
as – siéntense, por favor – ambos se sentaron delante de su padre, para que
re para escuchar lo que diría, Charles y Sara no sabían exactamente lo que diría su padre, pero Margaret miraba a su cuñado para darse
risteza en su voz – sé que nunca olvidaré a su madre porque ella fue única y es
padre? – dijo Charles
que decía, Antonio tomó aire ante
jo el hombre largando las
ientras que la mujer se entristecía por lo poco qu
rles mirándolo y de apoco solt
asaré – dijo An
minutos de enterrar a nuestra madre y tu esposa, ya piensas casarte con alguien más – mirándolo y explo
nuestra familia – dijo Anton
rioso y gritándole a su padre - NECESITAMOS A NUESTRA MADRE– mirándolo con r
– dijo Antonio gritándole a su hijo - PERO ES H
IENESTAR – hablo Charles realmente enojado - PERO
furioso con su progenitor. Antonio miro a su hija y Sara lo vio para levantarse de su asient
ó con su cabeza, para también levantarse de su asiento
lor - pero no vez el sufrimiento de tus hijos – suspirando
y volver a su hogar, dejando a Antonio sol
ambién, sabía perfectamente que no se quedaría allí para ver como la memoria de su madre se perdía por completo. Agarró sus
equipaje para partir, ambos con el corazón roto y enojado. La mirada de él hombre era seria y mole
e. El joven dio una última mirada a su hogar donde pasó sus 25 años, siendo feliz junto a su hermana y ma
el Fl
e, pero la noticia de que su padre se volvería a casar, fue la gota que derramó
el Rec
e tan pronto. La mujer suspiró de tristeza y prometiéndole a su difunt