almohada, no quería levantarse, estaba tan hastiada de lo mismo de siempre. Rogaba porque todo terminara de una vez por todas, se sentía molesta, agotada
ada bien! -Le grita Oswaldo a Estela, l
e dice Estela, con nostalgia-. Soy
na inútil; ya recoge ese desastre
amarte -Lo mira y solloza, mientras re
ta, yo no te amo, entiéndelo de una vez
a, mira a su esposo y frunce el ceño-. ¡Ya estoy harta de tu
cer? -Le dice él,
-Le contesta Estela,
toca el pecho con el dedo índice-, no eres nadie -
eño y le habla con rabia-. Quiero que te vayas
te vas a arrepentir de esto, ya verás -La señala, sus ojos se llenaron d
de vidrio al bote de basura. Si corazón, hace mucho que se había quebrado y, ya no aguantaba un sólo más abuso. Sus ojos se llenaron d
eron y todo era dulzura y mucho cariño. Eso es lo que más le dolía. ¿En qué momento todo cambió?, ¿en qué momento el amor de su vida, se convirtió en un desconocido?. Estela dirigió su nostálgica mirada h
Pero sé que algún día, vas a rogar que vuelva -La mira c
ar nunca más -Le dice entre sollozos;
s un despojo -Le habla con desprecio, tratando de ha
ldré adelante con mi hija -Le dice con energía seriedad
runce el ceño, se da vuel
a el corazón, lo tenía destrozado. No lloraba porque haya dejado por fin al desgraciado de su espos
rían más peleas ni gritos en su casa... Ahora, sólo eran ellas dos, se tenían la una a la otra. Estela tendrá que trabajar más duro para
da muchas vueltas y, un día, to
poco extraño que Cecilia no se había despertado aún. Ya casi terminaba su desayuno, cuando su hija inrrumpió
abraza y le da un beso
tan animada-. ¿Qué tienes, por qué tanta emoci
e hoy será un buen día para mí -Abre los brazos, ci
, hija -La mira con dulzura-. Eres una chi
l mundo -La abraza duro y le
nríe y se queja al sentir un
e agacha frente a ella, algo p
la Estela entre pequeños quejidos. Si tenía algo real
ue ir al médico -Cecilia estaba r
seguro dormí mal o es un pequeño gas, ya se me va a pasar, n
vuelve, digas lo que digas, iremos
mor, ya estoy b
cilia se
hacer tus cosas
pero volveré pro
Ella le vuelve a s
-Le da un beso en la
aya bien,
ia abre la pu
.
reocupada por su madre; aquel arrepentido dolor en su pecho, no le pareció
en especifico. Calle Madrid, mansión Ferrer. Ir
, ella le ayudó como portavoz, la logró con el dueño y señor, Esteban Ferrer; le habló sobre ella y le explicó que Cecilia es una buena chica,
bló con un hombre, el cual parecía ser vigilante de la casa y le explicó la razón de
un cuento de hadas y que aquello, era un reino. En pocas palabras, para ella, aquella casa, era un paraíso. Tocó dos veces a la puerta y, en menos de 5 minutos, una mujer algo alta, de estatura 1.70, blanca, ojos marrones, de cabello Lazio, negro le abrió la p
-, me llamo Cecilia Carmona y vengo por el trabajo que me ofrecieron acá -Son
ívola, arrogante y déspota. Era la hermana de Esteban Ferre
a ni una sola palabra, sólo miraba con recelo a la chica, la detallaba de pies a cabeza, l
ta y que debes hacer bien tu trabajo, aquí, nada será fácil para ti,
y, sí, en el fondo lo sabía. No la iba a tener nada fácil, pero aún así, daría su mayor esfuerz