por su desayuno. Caminaba lento, para poder verla. Sonreía al hacerlo. No podía dejar de verla, para
joven? -Le pre
la. Continúa con l
en hoy -Ella le
una hermosa sonrisa, se le acercó y la tomó de
alivio, era como volar en las nubes. No podía dejar de mirar sus manos jóvenes, pero varoniles. Su r
cálidas sonrisas. Ella sentiatalgo maravilloso, por primera vez en su vida
uaves manos de Cecilia. Hubo algo en ella que hizo acelerar su corazón, una chispa se encendió, haciendo que su cuerpo
-Gustavo soltó las manos de Ce
pensar que él nunca se fijaría en ella. Se sentía insignificante ante él. Según ella, no era más que un adorno,
ción. Cerró los ojos y al abrirlos, tenía a su jefe en frente de ella. La
ofrece algo? -L
s últimos días te he visto muy distraída, nostálgic
bien, no sé preocupe
untó nuevamente y
secó, con permiso -Dijo la c
lia tiene algo -Le d
a para que No escuchara lo que hablarían-, pero, la madre de Cecilia está muy enferma, tiene un grav
Esteban frunció el ceño-. ¿Dónde vive esa s
e preguntó Mait
quiero en 5 minutos la dirección de Cecilia y el nombre del médico de su ma
a por la decisión que E
rvaba a Maite; con sus ojos entrecerrados y el ceño fr
e preguntó Sandra, co
stán por cambiar en esta casa
sentía asco de la ale
or ti misma -L
ra de felicidad -Le dijo S
rmar más, querida Sandra -Le
de la cara -Le habló entre dientes. La miró
ra subir las escaleras, sin b
casa, rogaba no encontrarse a su padre. Sin titube
l; Sandra, su tía, discutía con Cecilia, pero aquello, más bien pare
o que te sucede? -Volvió a gritar, pero esta vez, zafando a Cecilia de Sandra-. Que sea la última vez, que mal
a sirvienta, ah? -Totalmente indignada, Sandra se cruzó de brazos,
no tuyo -Gustavo le hablaba con energética seriedad a su tía. La rabia
llevó a Cecilia escaleras arrib
do a Cecilia, pero ese comportamiento sólo le demostraba una cosa;
erme -Le dijo Cecil
toridad, que tienen mucho dinero. No porque trabajes aquí, significa que alguno de nosotros deba tratarte mal; todas
ecilia se llenaron de lágrimas. Su ro
del rostro-. No vale la pena que llor
í por eso -Ella
tienes algún problema dime, hablo con mi padre
ce falta. Tranqu
ías, Cecilia, dime ¿qué es lo
to y entre sollozos, le confesó
ada del corazón, puede morir -Las lágrimas sal
ó una lágrima-. ¿Por qué no dijiste
se enterara, pero no quiero que mi m
ada, ¿Ok? -Él le sonríe y lim
dedos sobre sus mejillas al limpiar sus lágrimas. Él le sonreía y le decía que todo iba a estar bien y ella se sentía tranquila, aliviad
e cruzaron, se miraban fijo a los ojos
to de hadas. Ella no podía creerlo. Correspondió al acto de Gusta
a del mundo y, aunque ella realmente lo disfrutaba, no podía segu
-Le preguntó
uede ser -Se e
emostrar -Le frunce el ceño-. Cecilia, tú me g
o soy tu sirvienta; esto es una locur
iento por ti, no te miento. Me gustas
no puede ser. Lo siento -Lo mira con tristeza y s
e le gustaba y, con aquella actitud pensó que no, pero con el beso que ambos
ado a Cecilia. Llevo sus manos a la cabeza en un acto de desesper
sentía confundida, pensaba que el haber besado a Gustavo estuvo mal y que le traería prob
ó las escaleras, mientra
r del cuarto de Gustavo y la miraba con rabia, pensando en qu
, odio y muy ambiciosa; ella tenía p