z a su alma. Todavía caminaba por aquel pueblo, guiado por seres que se
á me pidió ésto?
uir su misión allí, aunque por otro lado, no sabía en verdad cuál era, pero esa fue la última voluntad de su vieja y no le iba a fallar. Por eso transitaba aqu
fallas, se podían tratar, pero lo que aquí observo es indescriptible, in
ar lugar a ninguna duda, voy entonces; quiero que sepan que a pesar de mi buena preparación física, de mis amplios conocimientos en artes marciales, que me brindan la capacidad suficiente para defenderme ante cualquier situación o circunstancia, me embargaba cierto miedo; no podría describirlo en verdad, pero hasta tenía la piel de gallina y les. Explico por
s adelante, visualice a un hombre de cabello cano, que fijó de manera fría sus ojos en mí, pero entre nosotros solo hubo sil
bus
guien de extra
o
alabras, algo incómo
iajaban en camadas, buscando entender el objeto de mi estadía allí, llegamos hasta una troja, que tenía una mandrág
iaba la proximidad de una vivienda. El hombre blondo que andaba conmigo, me señaló con su mano derecha aquella casa, un estilo muy antiguo que no sabría precisar, se apreciaba claramente en
o de ella, con un interés que desconozco ; entramos a un patio amplio, en todo su centro resalta una extraña fuente, antigua muy antigua, de eso no tenía la menor duda, quien la hizo utilizó el arte del infierno, no sé si llamar a eso arte, la figura que mostraba era verdaderamente aterradora, se trataba de una serpiente gigantesca, que en su dantesca boca exhibía, como una especie de trofeo, los restos de un ser humano. Imagino que en algún momento de su historia, esa horrible fuente tuvo agua, hoy está seca, como muerta; de éste patio parecía distribuirse toda la vivienda, los panales del suelo estaban tirando hacia arr
. Ya en su interior, poseído tal vez por la magia, algo mastuerzo me sen
que lo sagrado y lo obsceno se unían en secr
que me impresionó fuertemente, fue una serpiente igual a la que y en mi medallón, pero de gran tamaño, tanto que casi rozaba el techo. La misma parecía mirarme desde su inmovilidad, semb
asa a la
cha, la verdad no sabía mucho de eso. En tres tragos me tomé aquell
, caminaba de un extremo a otro, como si algo lo inquietara, por un momento pensé que era un loco; o
a vaina no la entiendo, me veía y me veía y ya m
tráctil d
mi parte, me sentía retraído, estar allí era
én es
qui
palabras me ignoró, como si yo fuese una plasta de mier.... Tan solo caminó tres pasos, quizás cuatro no estoy seguro, hasta donde estaba ubicada una pequeña butaca; desde allí se dirigió a mi anfitrión, lo llamó Samuel. ¡Vaya! , por fin pude saber su nombre, le preguntó si la Noria estaba dañada, éste dijo que no y le mandó a buscar dos sirvientes para activarla. Se lo ordenó, lo que me
sus dudas y temo
cería much
de aquella situación, me sentía p
acales, noc
tiendo
nas de darle unas clases de karate gratis a esa
ndilejas, pero ha llegado e
sted conmigo? ¿Po
No tengo que darle
a la servidumbre. Aparecieron en escena, producto de aquel extraño llamado; dos jovencitas trajeadas cada una con una bata larga, corrida, sin pliegues y totalme
die). Estas jóvenes sacarán de tu cuerpo las sales del mar, purificaran tu piel;
ancé a
P
ar, mi tiempo de op
onfuso, su alocada forma de vestirse, ese color blanco, que está en todas partes
secta? ¿Mi vieja me ofreció a esta gente? No, no puedo c
rar, soy un tipo común y corriente, me agrada el deporte, lo sano; esto de las sectas m