ba vieja que siempre dejaba rastros. Tenía el rostro despejado, el cabello sujeto en un moño bajo, pero los mechones rebeldes
o de l
su maldito nombre re
an los empleados. Apretó el botón. Miró hacia los lados: nadie. Bien. El asce
Amelia entró y sujetó el carrito con firmeza.
chó pasos. Rá
r, Luciano entró con ese aire de
na ceja levantada,
upaba la mitad. Luciano estaba tan cerca que podía oler su co
-murmuró Amelia, si
tercer piso y se cruzó de brazos, recostado con
te ascensor? Este es
-respondió ell
s la lengua muy rápido para algui
o iba a responder. No podía.
Un sonido agudo, metálico, estalló como un lamento en las paredes. Se d
movió rápido. Apretó t
guntó Amelia, co
abó -gruñó él, g
sus respiraciones, el goteo del cubo de agua, el z
iano-. Atrapado con
respondió ella
ro cuando lo hicieron, la vio. No solo la escuchó. La vio de verdad. La forma en que sus hombros
or qué casi
. -titubeó- los r
go en su expresión que se suavi
o -murmuró-. Podrías
lla-. ¿Crees que te
palmo. El ascensor era una caja de tensión. Todo olía a
o. El corazón le la
ezcla de desprecio, interés y
stinta -
egó ella, baj
demás. No me sonríes como una idi
o nada de usted,
un zarpazo. Una bar
da, como si intentara arranc
o te
lo s
elo
ó. Luego
me
dos. Un segundo más de sil
es, algo
pared, rodeándola sin tocarla. Estaban tan cerca qu
una empleada tan alt
ido a un patrón
ió. Una sonr
hora mismo. Y no
ecto a sus ojos. Sus labios e
Vega? ¿Me botaría por atrevida? ¿O me
poderosa que cualquier palabra.
piel, en los ojos, en la forma en
a temblar. Las luces parpad
como si algo expl
abrieron con
ero en salir. No la
as rodillas temblando y el
o, sonrió sin querer. Un ge
perior, apoyado en la bar
mucho tiempo, no supo
ónde iba exactamente. Solo quería alejarse. Del ascensor. De ese sil
lo. La cubeta de agua tambaleó, derramando
latía en
alcanzaba. Se dejó caer, espalda contra el mármol, y por primera vez en horas,
los
ces lo
l temblor de sus bocas a centímetros. Se vio a sí misma alzando apenas el mentó
inó bes
algo inevitable. Como una descarga eléctrica. C
al vez. O la sostendría por la nuca, con esos dedos largos y arrogantes. Ella respondería. O no. Tal vez se quedaría quieta, sorpren
eso n
nsor se
chizo s
¿Por qué una parte de ella quería regresar a ese encierro s
loca",
rado a tenerlo todo. Ella era una sirvienta que vi
sos en tu mundo, Amelia.
aún a
ho, algo se encendió. Un fuego bajo,
nte suspendido, el aire tenso,
-no sabía si de rabia, de deseo o de
que volver al trabajo. Al
el pasillo, sin que nadie la viera, una sonrisa torpe se le