na mancha oscura que parecía no querer desaparecer. Amelia no sabía si era sangre o vino tinto se
remangadas, la trenza cayendo, por un lado, las rodillas rojas, por tanto, restregar. El aroma del
é
u pa
el cuarto de su madre, suplicándole que le prestara
reció a la mañ
io pesado qu
ó en el bolsillo
as, dejó caer un poco de ag
pueblo. Le debe plata a gente pe
que se le he
nas le t
sbaló entre
undo entero pareció
o, no,
No podía pensar. Solo una idea le cruzó la cabeza: tengo que sa
marcadas detrás de ella mientras corría. Pero, en su desesperac
el pasillo
rados. Alfombras que costaban más que toda su vida. Todo
esta
o De l
nado de forma perfectamente intencional, apoyado
De arriba
o fuera u
a basura que ella estaba
qué hac
ue agresiva. Fue
erencia que hiere
martillando el pecho, la cara enrojec
n paso h
ue por aquí no se ent
a rabia y el miedo se mezclaron con alg
ablar.
ndo los pensamientos intensos y conflictivos de Amelia mientras huye, s
dio ot
etroce
da, por un segundo, no supo si estaba
ninguna de
dio la vuelta, y se f
plicar
irar
rr
eron eternos, las pu
dolían, pero no
brillante y de sus ojos arrogant
s haciendo
hora lo sa
por ahí. No debiste
do, un pensamiento
ué me m
no vali
arte de la sucie
se convirtió en algo m
bi
. No sabe lo que me está pasando.
á huyendo com
u camisa cara... creyendo
ían lo
a a l
a ellos. N
do trapear los pisos.
la puerta trasera de la mansión y desapareció, dejando solo un rastro
as la figura de la sirvienta desap
copa aún en la mano, sin moverse. El l
emonios
abía co
disc
a cabeza como solí
ebía h
a acostumbrado a
, una e
os húmedos y el cabello despeinado c
sos, echando una mi
el trapeador estaban
equeñas, torpe
a de algo...
ió el
a co
a n
or el pasillo principal? ¿
un puñetazo en el est
revida? ¿Ahora tam
a esa mirada
o que vio cuan
ara. Dolor. Orgullo
ue andaba con el uniforme empapa
tíbulo y caminó en dirección contraria, p
que ella lo
l fuera e
o permitía ni
a con las manos llenas de
princesita del trapeador" -mur
i siquiera se dignó a decirle su nombre- iba a convertirse, s