los vitrales antiguos del salón principal, tiñendo de gris y azul las alfombras carísimas y los tapices b
de limpiar la biblioteca y pensaba escapar un minuto a la cocina para ver si le qu
o que conectaba al gran sal
De la Vega, la patrona-. No puedes seguir posponiéndolo. La famil
egó la espalda a la pared, escon
labra a través de él? -La voz
riarca. No gritaba, pero sus palabras siempre cortaban como cuchillo bien afilado-. Esta no es
enc
ia, ojos como cuchillas. Era parte de ese círculo inalcanzable de hijas de banqueros, embajadores y dueños
en las costillas. No sabía b
se dijo. "¿Que al
, rompiendo el silencio-
un tono que parecía acariciar y golpear al mismo t
no res
su uniforme. No entendía la mezcla que sentía. No tenía derecho a sentir nada. No
o dentro de ella s
ci
ta. Que la había buscado con los
ue... la h
Torpe
bién se habí
aho
va a casar
del próximo viernes -dijo Martina-. Vendr
na carcajada br
oda para limpiar los pe
empieces -adv
garganta. Tenía que irse. Si
e escuchó pasos acercándose desde el otr
día c
ue daba al pequeño salón de música, y se metió, cerrándo
istracciones -dijo Marti
distra
ena callada. La he visto. Y no soy la única. Y
Amelia sintió como si
tracción -dijo él f
enc
guntó Martina, y por prim
sé -adm
ó los ojos
s que cualqu
sab
er un
ni siquiera tení
ntonces su voz bajó una octava-. O te vas
no es una am
esa vez, el silenci
mpo permaneció en ese salón, temblando en silencio. Solo sabía que algo d
la bandeja seguía en su mano, vacía. Caminó hasta el
eía, y se dejó caer sobre una banca de piedr
a mezcla de emociones que
ici
sea por un segundo, que p
lo
tenía todo lo que
lo
no lo dijera con palabr
elegía