Rivas
ero un sonido débil y retumbante lo detuvo. Iliana. Su es
do se agudizó, y me
omer, Ayla. Ahora. N
golpe rítmico de la hoja contra la madera era fuerte, cada corte una liberación de mi ira contenida. Aún podía escuchar las pala
asura rebosante a su lado. Una idea oscura surgió en mi mente. Apreté los dientes. Sin pensarlo dos veces, metí la mano en el b
r el olor, pero no el efecto. Lo cociné a fondo, observando cómo el olor rancio se disipaba, reemplazado por el vapor
cí una sonrisa pequeña, casi imperceptible. Lo pagaría mañana. Una punzada de algo, fugaz e inoportuna, me golpeó cuando miré el plato de Iliana. Estaba embarazada.
a salió de la cabaña, su rostro pálido, pero sus ojos agudos
ejarlo ir, ¿verdad? -ac
a, sorprendida
ere dejarme ir -rep
rcó, su mirad
blaron. Lo vi. -Hizo una pausa, una sonrisa burlona
intenté negar. No pude escuchar nada más. El mundo se silenció, consumido por la vergüenza resonante de su acusación. ¿Era verdad?
rostro apartándose. El sueño era un recordatorio constante, una ob
o los míos, luego la espalda de Iliana que se retiraba. V
salvavidas? -La pregunta, latente durante tanto tiempo, finalmente se liberó. Necesitaba saber. Incluso si era solo para enterrar finalmente
ente su rostro, luego ocultándolo detrás de un vel
uieres preguntar,
se arrancaron de mi gargan
Miró hacia el océano os
mpo
dolor en mi pecho irra
os desprovistos de cualquier emoción-. Vuelve a l
oche. Siempre allí. Qué broma. Había sido tan estúpida, tan absolutament
ionar, presioné la punta incandescente contra la base de su cuello, justo encima del cuello
do agudo y aho
humano, Leonardo Villa -escupí, las palabras

GOOGLE PLAY