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Historia

Clásico 6 No.6

Palabras:1472    |    Actualizado en: 14/11/2018

pegando el rostro a la blanca frente juvenil del último de su linaje. Un hielo mortal

ítu

ani

Vamos, si tenía que ser a la fuerza una paparrucha, una quimera nacida en el pobre meollo de una monja alelada! A pesar de la caja, que apretaba contra su pecho -y que instintivamente en el tranvía cubrió con ambas manos, por defenderla de algún rata-, Gastón temía ser ridículo ante sí propio, si prestaba fe absoluta a la historia. Lo que más influye en que nos parezcan irreales los sucesos, es la comparación con un medio en el cual esos sucesos no encajan. Venía Gastón de Parí

estoy con la buena señora una horita más, ¡nad

e las novelas y de los dramas espeluznantes. El espectro, al deslizarse por los peldaños de la húmeda y resbaladiza escalera, producía un medroso ruido de choque de huesos, y los pliegues del hábito, al pegarse al cuerpo, diseñaban planos sin carne y palillos mondos y lirondos. La luz de la linterna, al caer sobre la pared, dejaba ver fungosas vegetaciones, e inmundos insectos, asustados, correteaban en busca de los rincones oscuros. Bajaban y bajaban, sin encontrar nunca el término de aquella escalera horrible, que sin duda se perdía en las entra

ua bendita! ¡Trae a

de noche. Cuando bebía con ansia, la puerta se abrió, penetró Telma lo mismo que un rehilete, abrió atropelladamente l

orito… La seño

qué o

Acaban de traer el

ía la noticia en aquel instante, sin la menor so

, que era como mi madre! ¡Santa de mi alma! -

-declaró Gastón, mientras salí

nos, porque antes de vestir el noble hábito, doña Francisca de Borja Mascareñas y Quevedo había frecuentado más los salones que las iglesias, y de su conversión se habló bastante, atribuyéndola a rudos desengaños, o como

racias a tal medida no careció de auxilios en sus últimos momentos. Pudo recibir -y no fue pequeño consuelo para ella y para todas nosotras- el Viático y la Extrema. ¡Alabado sea el Señor! Murió con una paz…

tón afanoso-. ¡Porque estaba tan b

carraspear un poco… Pero ella no tenía fuerzas para mondar la garganta, y la menor cosa ¡psé!, ¡una flemita!, basta para ahogar a un anciano… No so

astón, que sentía el pecho op

quedado! Hasta parece joven… El funeral se cantará ahora, dentro de poco, en la iglesia, y bajarán el ataúd ya cerrado: y esta tarde se d

. Poseo un recuerdo de la tía Catalina, que ella mi

e con cierta curiosidad, G

tedes creen que no tengo derecho a co

disfrute mil años. Le quería a usted mucho, y bien puede usted rogar por ell

dió Gastón-. Si algo la ocurre a usted que mandarme… Esta tarde misma necesito salir para una finca que tengo allá en Galicia,

-contestó la abadesa sonriendo, mientras el mo

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