tano, no sabría explicar por qué. Quizás por la diferencia cultu
ño paseo por la feria y regresar sin que nadie la descubrie
da, sopa en la cama, atenciones y caricias. Pe
su acompañante, quien sin duda de
e colores que había ganado en un viaje a España y que nunca tuvo el coraje de usar. Después de todo, sus colores nunca podrían ser rojos
los usarías como regalo a cambi
io vueltas a todo hasta encontrar el atuendo más conveniente para est
cusa de dar ese paseíto por los jardines. Que correría encubiertamente hacia el lado norte del jardín, un lugar rara vez visitado, pero de
d repentina, simulaba un lento y cuidadoso descenso por las escaleras y para dar tiempo a que la viera
esta Carlota,
caída, mostrando aún un cariño que a veces demostraba. La
ro no sé sobre Charlotte. Pero,
iempre estaba silencioso y cerca como un centi
á tras Carlota y la
o, ya le preg
¿no crees que deberías queda
que si se quedaba en cama podría perder el sueño más tarde. Prefería pedir permiso a
on el pretexto de haber ido a preparar el té. Ruzena la miró y notó que su pañuelo estaba algo torcido, seguramente debió caer en su rápida y vor
mbién. Y con solo imaginarlo, ella también se sonrojó, y en ese momento trató de
a dar una vuelta por los jardines. Te prometo q
si tu madre aceptaba todo saldría mal. Carlota casi derramó el té que estaba sirviendo en la
ordando o rezando. Y agradecido por la invitación, se negó, alegand
xplicó disimuladamente dónde había guardado la bolsa con las bufandas de colores de España para r
o que ensucie el presente y luego quiero saber
una risa maliciosa, salió
as del bigote como si fuera el bigote que da el honor de un hombre, a su madre sosteniendo el rosario y pareciendo susurrar, pero en reali
ar que aún se estaba recuperando para que no sospecharan la menti
caliente que ya instintivamente enseña a dar la vuelta. Todavía no sabe qué león es. Y cuando descubr