/0/21841/coverbig.jpg?v=424455a6e5e1bf7207016e21cf37f71d)
o Obsesivo Compulsivo como un arma en mi contra, retrocediendo con asco ante mi contacto mientras yo caminaba con pies de plomo en nuestra mansión fría y estéril de San Pe
engañó; m
protegerla a ella. Luego, en la fiesta de cumpleaños de Sofía, proyectó nue
gido a una mentirosa por encima de mí, y a mí
do de mi desesperació
o, mi hermano había encontrado un secreto que
embarazo. Luego, planeé usar ese s
ítu
adena perpetua, sellada por la última voluntad de mi padre moribundo y una deuda de honor. Firmé mi futuro, esperando que mi corazón de alguna maner
Don Ramiro de la Garza, el abuelo de Eduardo, tenía la llave de nuestra supervivencia. Él propuso el matrimonio. Una alianza estratégica, lo llamó. Un sacrificio, sabía yo que era. Pero en el fondo, una parte tonta de mí, la parte que había albergado un amor secreto por Eduardo
fría esa noche. Me paré en el umbral de su habitación, un cuarto al que rara vez entraría sin una invitación, con el corazón martilleándome en las costillas. Llevaba una bata de seda,
oz fue una orden baja y pr
e me cortó la
te de un azul penetrante, eran plano
habitación sin mi permiso e
ron como un puñetazo.
as. -Intenté inyectar algo de sua
n espécimen científico par
ada más. Tenemos un acuerdo. Tú cumples tu part
ccionado de la habitación. Mi to
para manos. Exprimió una cantidad generosa en su palma, frotándose las manos con una intensidad m
té. Lo usó como un
habitaciones estaban separadas, por supuesto. Mi baño no debía compartir ni una sola toalla, ni una sola barra de jabón, con el suyo. Nuestras comidas eran servidas por personal que us
a o, quizás peor, las encontraba arrugadas en el cesto de la basura. Cocinaba sus platillos favoritos, dejándolos p
en su rostro. Llevaba días sin dormir. Le llevé una taza de café, sim
ta, sus ojos s
el borde d
uve cu
papel, la llevó al fregader
stes con tr
un compañero fr
a nuevo y escotado. Me paré en la puerta de su estudio, donde trabajaba hasta tarde, como s
pleto. Cuando lo hizo, su mirada me recorrió, luego se a
stás ha
noche... -Mi voz se apagó,
metal sobre la madera fue discordante. Se pus
. eso. -Hizo un gesto vago hacia mí, c
ne viva. El olor a antiséptico llenó el aire, asfixiándome. Esa fue la noche en que dejé de intentarlo. Me retiré, un fantasma en mi propio matrimonio, adhiriéndome
encionada pero chismosa, mencionó
Sofía Cantú? ¿La influencer? Andan
sonido huec
esencia. Nunca se dejaría ver con nad
a ceja perfecta
ener ninguna peculi
a pública. La gente hablaba. Era demasiado meticuloso, demasiado est
llí. El pánico me arañó la garganta. A pesar de toda su crueldad, seguía siendo mi esposo. Corrí a la escena, abriéndome paso entre la multitud de curiosos y los servicios de emerg
inmaculado, su costoso traje arrugado. Un alivio me invadió, tan potente que me
o esta
Él no se inmutó. Ni siquiera pareció notar la mugre. En cambio, su mano acariciaba suavemente su espalda, murmurando palabras tranquilizadoras que no pude o
ás de mis ojos. La sostuvo con fuerza, su mejilla presionada contra su cabello, su cuerpo completamente relajado contra el de ella. Sin estremecerse. Sin desinfect
ecto que yo había anhelado durante años. La veía como digna de su calidez. La verdadera razón de su desdén, su fobia,
propia agonía, lo vi retroceder un p
a cargada de genuina preocupación, un marcado contraste con la to
ñalando un rincón
e se cay
aba a punto de volver a entrar en el edificio humeante por una joya, por
la pena! Solo prométeme... -Le tomó el rostro entre las manos, su
las suyas, su mirada fija en l
Sofi. Te l
mara vacía de mi pecho. Siempre
dad, su frialdad, su desprecio, todo por un hombre que guardaba su ternura para otra persona. Tres años de esperar contra to
se en mi estómago. No del tipo emocional, sino una persistente y f
embarazada. De un
pre" a otra. La idea de traer un hijo a esta desolada parodia de familia, un hijo que sería rechazado por su propio
ría el embarazo. Reclamaría mi vida, lo que quedara de ella. No se
ca llegué a mi destino. Una Suburban negra se desvió frente a mi auto, obligándome a detenerme. Dos hombres corpulentos con trajes os
, luchando contra s
de su esposo. -La voz del cond
splomó. Eduardo.
recieron horas, adentrándonos cada vez más en territorio desconocido, hasta que llegamos a un
a aterradora que nunca antes había presenciado. A su lado, mi hermanastro, Benjamín, estaba desplomado
echo a Benjamín? -Me abalancé hacia ad
, su mirada más fría q
Dio un paso más cerca, su voz un gruñido b
mente corría, tratando de conectar los punt
un sonido
mi querida esposa, estabas convenientemente allí, observándonos. -Me señaló con
ensaba que era capaz de algo tan malicioso? Lo absurdo de la situación era sofoc
-supliqué, luchando por liberarme-. ¡Estaba allí
un mensaje silencioso de tranquilidad pasando entre nosotros. Inte
noró, sus ojo
tu querido hermano a una prisión federal. Tengo suficiente evidencia para incriminarlo por espionaje corporativo, un crimen del que es completamente inocente, pero que le garantizará una vida tr
río e implacable de Eduardo. Este no era el hombr
o sé dónde está! ¡Nunca lastimaría a Benjamín
miró, su rostro un
segundos

GOOGLE PLAY