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Historia

Capítulo 6 Hijos no correspondidos.

Palabras:3812    |    Actualizado en: 28/10/2022

estilo playero iluminan la mirada de Diandra. Ella va en el auto, tiene la nariz pegada a la ventanilla. Es su primera vez

ron del hotel y, extrañamente, lleva algunos minutos sin pronunciar palabra. Diandra estira un poco el cuello, y ve a

resopla, le entrega Eugenio a su mamá, y enfoca su atención en el camino. Aprieta las manos

o a la playa —pronuncia I

os ojos grises de Langdon se reflejan en el retrovisor, y Diandra desliza su mirada hacia ellos. Sus ojos se cruzan, y la s

e Langdon, y descansa su mano en

—anuncia el hombre quitando

que emana la playa, la insta a deshacerse de sus sandalias para hacer contacto con la arena. Retuer

a. El tubo está clavado en medio de un mesón circular de plástico color negro. Dejan

os colores; igual que las puertas de los baños. Ian se separa, y ellas entran al de damas. Una gota de

rma brusca, lo tiran por ahí. Luego solo se escuchan los quejidos de Eugenio mientras Cánada lu

ra se desvían hacia las cosas de Cánada. En torno a los lavamos están desperdigados productos de maquillaje, e

.

r, y se sostiene con ambas manos de la pared. Cánada se apresura a devolver las cosas a su lugar bajo la mirada expectante de Día. Un ligero temblor recor

hijo. Pero desde que Ian le comentó sobre ella, ya no repara en esfuerzos a la hora de ignor

de su ensimismamiento. Y mientras embute a su cuerpo un vesti

a brisa marina ondea delicadamente su pelo negro, tan oscuro como el carbón en sí mismo. Se alisa el vestido en un gesto nervios

do sostener su fachada de mujer deseosa de atención. Ella solo quiere la atención de alguien, pero ese alguien es

lado. Se vuelve hacia la persona y casi pierde el equi

r bebés es d

us dedos fríos, la pincha en su espalda baja. Diandra se sobresalta retomando su

que sig

desde la orilla, s

mina hasta la orilla. Desde que llegaron el sol se ha afianzado, al igual que la cantidad

elata Diandra—. Y ella ya está to

espeta mordiéndose el labio super

bas cejas. Su comentario rece

stabas lejos de ella —explica encaminándose hacia Langdo

unos años ustedes dos,

mano en la nuca de su hijo, ejerce fuerza y le hace cosquillas. Es el único lugar donde siente tantas cosquillas

pasos sobre el mesón, su padre lo sostiene por debajo de l

odelo. La fluidez al tratarlo es tal, que Diandra hace un gran e

lo—. Ver a Cánada debe tenerlo entretenido. —Euge

n tiene cosas que hacer —Diandra coge las toallas del

pone cómoda, apoyándose sobre sus codos. El salitre que aromatiza la zona, le pica en la nariz, pero no tarda en acostumbrarse. La her

a la ciudad, pero no supo qué hacer, y regresó a casa. Cada una de las veces Ian se encerraba en su habitación, y salía buscar bocadillos al anochecer. A su madre no le re

nquiere Ian quitándole el b

ue la ha llamado. Su celular está en completo silencio. Si ella llegase a contestar, Kil

amadas. —No tiene caso ocultárselo—. Me

spiran c

. Killmer tiene m

o ser quién a

o. Se gira hacia la derecha, y el alivio se reanuda en su cuerpo al ver a Tredway muy cerca de ellos. Aún sosti

tal Killmer te quiere de vue

argado de mantener al novio de Día en secreto, y si alguien

ser intenso a veces

permanece quieta, observando lo claros que se ven sus ojos bajo los rayos del sol. En consecuencia, s

Diandra del trance—. Yi, yi, yiii

en negación. Endereza la espalda, recalcando qu

jo —pide Langdon tra

Eugenio sonríe, mostrando un diente que brilla por su blancura; sigue extendiendo sus manos hacia Ian. Su hermano. Sin mucho más que hacer, él cede u

te suelte —se ríe Tre

nte esa sonrisilla. Agita con disimulo los

n no ha dejado el recelo de lado, pero su ceño ha relajado—. Si algui

la —infiere Diandra,

jer sigue en el mismo lugar, pero gira la cabeza en todas d

Cánada, se escandaliza si le tomas una foto. Cu

dientes. Eugenio ahora está muy

Él aún viste pantalones de mezclilla; parece no importarle. Por la camiseta que se ciñe a sus brazos, la flexión d

su cabello, resaltando el magnífico color castaño de este—. Mi esposa —traga sal

ormía junt

ú —escupe Ian entregándole el bebé a Di

a, y se aleja de ellos. Antes de perderse entre la multitud,

e amago de levantarse, pero Tredway

tiendo —asegura é, repara

expone su cintura, su abdomen llano, y unas piernas torneadas de las que no se avergüenza. El dedo frío de Tredwa

Ella entorna los ojos en respuesta a la caricia, mientras está alerta de los p

obligada

isa socarrona baila en sus labios gruesos. A

peligrosamente a su cuello—, y por lo cómoda que te ves con Eugeni

ace cosquillas al bebé para disi

ahora en la rodilla temblorosa de

u mano en la rodilla, deslizando su pu

—inquiere ella, rem

frenéticamente alrededor de su toalla. Tiene el celular pegado a la oreja, y luego de lo que parece

o correcto —responde e

ancia al asunto. Sin dejar de mira

mprometidos? —ella hace un gesto de fuegos artificiales

se hombre no sepa con certeza quién es la mujer con la que va a la cama todas las

e. —Diandra se olvida de

sido muy vagas. El tono no corresponde a Tredw

ntre sus brazos. Siente un ligero cansancio—. Dime a

stazo. Cánad

por eso no te preocupes

e, Cánada aparece en su campo de visión. El sol su increíble figura

nloquece al verla, yendo en automático con ella—, y a compra

Langdon; desde que llegaron lo ha tenido alejado de ella. Es

ndose—. Yo iré a buscar a Ian —recoge

nte, tersa y jugosa. El short que lleva deja sus piernas descubiertas, unas bien torneadas. Y las ligeras motas blancas en su

aliva, retom

s tenías cuan

ar reventándolo a llamadas. Eso es seguro. Diandra vuelve a mirarlo. La tranquilidad que surca sus ojos es... tan sencill

la lo haga. Entiende el mensaje—. Mi esposa tenía todo bajo contro

o su vida por él. Éramos igual de jóvenes,

lata. Ella no puede imaginar lo duro que

playa —comenta, recordando que, cuando comenzaron a vivi

es accidentales. Las personas del Distrito Diez parecieran ignorar a los turistas. Sin embargo, para evitar chocar de n

están ocupados buscando a Ian.

ué hacer para que se sintiera cómodo —rela

rse a lo que fuese. Como si supiera

mientras recuerda que él ya no es el mismo. Que ha hecho cosa

o —susurra Tredway apr

ce una pregunta que lo

cuesta menos hab

n —Langdon se aleja d

renéticamente. Su ojo derecho tiembla, y con gr

lorar y sus cosas de bebé están junto a él —exp

no es pálido. A unos cuantos metros, una de las sombrillas que están dispersas por toda la playa, están las c

a su pecho, arrullándolo. Sin embargo Langdon le dice que él puede hacerlo y, muy renuente,

ero ninguna es ella. Langdon le informa al personal que una mujer se ha ido. Ellos lo manejan de la mejor manera, yendo de

pretada. Diandra e Ian van detrás de él cuando entra al elevador. Su pie da contra la superficie metálica

ión. La cama está desordenada con algunas cosas sobre ella, el suelo está lleno

gdon frotándose las manos—

la se adelanta y nota que hay algo fuera de lugar. En el lavamanos, una carpeta marrón es humedecida por

ato una de las diferencias más notables. Ella entorna los ojos. La deteriorada es, lo que presume es una c

n dato que la sorprende, pero no tanto como el de el picaporte. La voz de Langdon la sobresalta más, y se

e queda de pie en medio de ellos. Desplazando sus miradas desde un muy

samiento si Eugenio

es hijo d

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