"¡Señor Hughes, bienvenido! Qué bueno verlo aquí". El director del orfanato saludó enseguida con respeto y entusiasmo a Brian.
Por su parte, el recién llegado se limitó a dirigirle un leve asentimiento y entrar.
Las risas de los niños que provenían del patio eran puras y hermosas, y no pudo evitar una pequeña sonrisa al mirarlos. No obstante, pronto entrecerró los ojos, sorprendido de ver que Rosalynn también estaba allí.
Había empezado a oscurecer, y el resplandor del atardecer tiñó el cielo de rojo.
Bajo el hermoso cielo, vio el rostro encantador de la mujer con una coleta de caballo alta, entretanto juagaba felizmente con los niños.