Perspectiva de Sophia:
Respiré profundo antes de pisar la alfombra roja que se extendía a lo largo del pasillo. Sabía que esto era solo una boda arreglada, un acuerdo entre él y yo. Sabía que no era real, pero inconscientemente mi corazón se aceleraba cada vez más en mi pecho.
El sonido de mis latidos era ensordecedor, tanto que casi no pude escuchar la canción de bodas que resonaba en cada rincón de la iglesia. Noté que se trataba de Rian, cantando "This I promise you". Luego, alcé la vista despacio para mirar directamente al altar, donde pude ver a mi futuro esposo, de pie con su esmoquin azul oscuro y luciendo una sonrisa tan cálida que se me hizo imposible determinar si era real o solo estaba actuando.
Sosteniendo mi ramo de lilas, aparté los ojos de él y me concentré en la alfombra por donde yo debía caminar, ya que no quería resbalar, perder el equilibrio y caer al suelo en un día tan especial. Sería algo muy vergonzoso.
Craig y la señora Kelley estaban de pie en medio del pasillo, a la espera de que yo llegara al lugar donde estaban ellos. Además de la que ahora será mi suegra, elegí a este caballero para que me acompañara hasta el altar a pesar de la desaprobación de Daniel, de la que, para ser honesta, no conocía los motivos. Por supuesto, no le presté atención. Él ni siquiera dio una opinión sobre los preparativos de esta boda, entonces, ¿por qué iba a escucharlo?
"¡Luces tan hermosa, Sophia Ysabelle!", me susurró Craig al oído y me besó en la mejilla con dulzura. La madre de mi prometido siguió los pasos del hombre, diciéndome:
"Sí, te ves regia y encantadora, querida". Ella me brindó una sonrisa maternal y me abrazó con mucha fuerza.
¡Cómo desearía volver el tiempo atrás para cambiar el pasado de alguna forma y hacer que sea mi propia madre quien tenga la oportunidad de decirme esas palabras tan lindas y mi padre quien pueda llevarme del brazo con orgullo para entregarme a mi esposo! Desearía que ambos pudieran darme un tierno abrazo antes de otorgar mi mano al hombre que será mi compañero para siempre. Pero todas estas ideas son imposibles.
No puedo cambiar el hecho de que mi mamá me haya abandonado cuando yo era pequeña. Tampoco puedo cambiar que mi papá no me haya creído cuando le conté que casi fui violada, puesto que eligió creerles a otros y no a su propia hija. En especial, confió en el alegato de la persona que casi arruinó mi vida y que me dio recuerdos que tendré muy presentes hasta mi último aliento, o al menos hasta que obtenga justicia por lo que hizo.
No puedo volver atrás en el tiempo y cambiar las circunstancias para sentirme feliz de tener una familia completa y no terminar casándome con alguien solo por buscar justicia, alguien que no hace más que juzgarme e insultarme.
Lágrimas de angustia y dolor comenzaron a fluir por mis mejillas y, en el último minuto, mi corazón y mis pensamientos estaban cuestionándose si realmente tenía sentido lo que estaba haciendo. Mientras contaba los pasos restantes en mi mente, sentí la mano de Craig en mi brazo. Lo miré, expectante. Él me regaló una sonrisa que me llenó de seguridad, justo antes de negar con la cabeza y susurrar:
"No arruines tu última oportunidad, Sophia. Dios siempre tiene un buen plan, y eso incluye lo que te está sucediendo en este momento".
Luego de inhalar con profundidad una vez más, asentí y le sonreí.
Por fin ha llegado el momento de la verdad. Estamos en el lugar exacto donde voy a ser desposada. Craig y mis suegros me dan un último abrazo antes de confiarme a quien deberá acompañarme todos los días de mi vida, Daniel Kelley. Él frunció un poco el ceño cuando tomó mi mano, a lo que respondí con una sonrisa torcida.
No dijo nada, ni siquiera me sonrió de vuelta. Yo me limité a suspirar y caminé con él frente al padre. Cuando la canción terminó, miré hacia el coro de la iglesia donde se encontraba Rian. Ella también me brindó una sonrisa cargada de cariño, y me dijo en secreto: "No te preocupes, siempre estaré aquí, Belle. Te apoyaré todo el tiempo".
"Sean todos bienvenidos a la ceremonia de bodas de Daniel y Sophia Ysabelle. Nos reunimos hoy aquí para celebrar el vínculo más sagrado que dos personas deciden establecer, el matrimonio. Todos ustedes están presentes no solo como invitados, sino como testigos cercanos del amor que comparte esta hermosa pareja", anunció el cura de forma solemne.
Me mordí el labio inferior y cerré los ojos con fuerza. '¿Vínculo sagrado? ¿Amor? Ja, ja. Es gracioso que no tenemos ninguna de esas cosas', cavilé a la vez que suspiraba y lo miré de soslayo para encontrar sus intensos ojos atravesándome. También lo miré y nunca dejé caer la mirada, aunque en el fondo, me estaba derritiendo como una vela. Esta es la primera vez que lo miro a los ojos por tanto tiempo sin escuchar palabra alguna escapar de sus labios. Tal vez por eso noto que tiene ojos color avellana, una extraña pero atractiva combinación de dorado, marrón y verde.
'¡Guau! Son preciosos', pensé, hipnotizada por el misterio que las luces conferían a sus iris.
Debido a mi asombro, no me di cuenta de que le estaba sonriendo. Cuando su hermoso rostro se contrajo y frunció los entrecejos otra vez, sentí un tirón que me devolvió a la realidad de manera brusca.
'¡Mmm! ¿Acaso no sabes cómo sonreír decentemente? ¡Maleducado!', pensé con hastío.
Aún no sé cómo me las arreglé para no poner los ojos en blanco.
'Lo siento, Dios', me dije para mis adentros al notar el desdén con el que pronuncié esas palabras en mi cerebro.
"Tú puedes con esto", murmuré en silencio antes de hacer un esfuerzo por concentrarme en la ceremonia.
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"Que las bendiciones de la vida, el gozo del amor, la paz de la verdad y la sabiduría y la fuerza del espíritu sean su constante compañía, desde ahora y para siempre, como marido y mujer...", recitó el sacerdote con gran devoción, sin ser consciente de la farsa que estaba presenciando. "…Ahora pueden besarse", fueron las palabras finales del párroco.
Mi corazón comenzó a latir con mayor rapidez tan pronto como escuché esa frase.
Todas las personas que se congregaron ese día dentro de la iglesia para asistir a nuestra boda estaban ahora aplaudiendo y esperando que selláramos la unión con un beso.
Tragué en seco cuando levantó mi velo y cerré los ojos cuando vi su cabeza inclinarse hacia mí. Esperé... esperé... y esperé para que sus labios encontraran los míos. Mi corazón galopaba sin cesar, como queriendo escapar de mi interior. Los nervios sacudían todo mi cuerpo, las mariposas danzaban dentro de mi estómago y mi mente agonizaba ante la idea de sentir su aliento tan cerca... Pero han pasado algunos segundos y aún no he percibido el calor de sus labios.
Estaba a punto de abrir los ojos cuando por fin los pude sentir... en mi frente.
Mi respiración se detuvo en medio de una silenciosa decepción. Hubiera deseado no abrir los ojos, mantenerlos cerrados hasta el último instante, porque cuando mis pupilas se dirigieron hacia él, quedé estupefacta ante la sonrisa que me estaba dirigiendo.
'¿En serio, en mi frente? ¿Quién soy, tu abuela?', Le reproché con el pensamiento.
Entonces, de repente, se me ocurrió una idea. Levanté la ceja mientras humedecía mis labios, los mordía con suavidad y miraba de forma directa y sensual al profundo abismo que se desataba en sus ojos. En efecto, pude observar cómo sus ojos de color avellana se volvieron casi marrones. También noté que su respiración estaba entrecortada y la leve apertura de su boca.
'¡Eh! ¿Te gusta así, mi querido 'esposo'? Sí, todavía soy virgen, ¡pero eso no significa que sea estúpida!', pensé, sintiéndome triunfal ante mi logro.
Le sonreí del modo más dulce que pude antes de volver mis ojos hacia las personas que todavía estaban aplaudiendo.
"¡Felicitaciones a los recién casados! ¡Vivan los nuevos señor y señora Kelley!", gritó Rian con fuerza. Tal entusiasmo fue seguido por los vítores de algunos invitados y de los padres de la chica.
Mis suegros nos abrazaron a ambos, manifestando una amplia sonrisa.
"Bienvenida a nuestra familia, cariño", me dijo la madre de mi esposo, quien también ahora era mi madre, y me besó en la mejilla.
"Gracias, mamá", respondí, sonriéndole.
"Hijo, cuida de esta muchacha, es muy especial", escuché decir a su padre, quien después continuó: "Sé que esto es solo un matrimonio arreglado; pero, por favor, trátala con el respeto que merece". Dicho esto, le dio una palmada en el hombro a su hijo.
Fingí no haberlos escuchado y sonreí cuando el señor se acercó.
"Sophie, muchas gracias. Ahora es tiempo de que cumplamos nuestra promesa", susurró, al abrazarme.
"Gracias, papá", le contesté.
Después de que nos tomaran algunas fotografías, Daniel tomó mi mano y salimos juntos de la iglesia para mantener las apariencias. Pero, por supuesto, en cuanto llegamos a su coche, abandonó la actuación y se apartó de mí como si pudiera contraer alguna enfermedad infecciosa.
Exhalé hasta quedarme sin aire para aliviar la tensión de mi cuerpo y decidí no comentar al respecto. Me recliné en el respaldo del asiento del automóvil mientras miraba por la ventanilla, tratando de contar todos los árboles que se alzaban majestuosos a los lados de la carretera.
Aquí comienza mi nuevo viaje. Supe desde el principio, cuando acepté este acuerdo, que no sería nada fácil. Me costará mucho adaptarme a esta falsa, a ser la esposa trofeo de mi marido frío y arrogante.
Pero, como dijo Craig cuando aún estábamos dentro de la iglesia, también creo que esta situación es parte del perfecto plan de Dios para conmigo. Ahora lo sé con seguridad y pongo toda mi confianza en Él.