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Historia
La Ministra Que Perdió Su Vestido

La Ministra Que Perdió Su Vestido

Autor: Gianni F.T.
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Capítulo 1 La Ministra Que Perdió Su Vestido

Palabras:2938    |    Actualizado en: 22/05/2022

QUE PERDIÓ

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eglas para escr

a, nadie sab

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él, un caballero cauteloso y pulcro. En las calles cercanas aspiradas por la brisa a toda hora los autos avanzaban con velocidad de bicicletas, la policía vigilaba y requisaba a aquellos que juzgara sospechosos. Los pavimentos extensos de la gran entrada al Palacio se cruzaba

o y, sin embargo, es lo que de verdad cuenta. En todo caso, en el “Resurgent Millennium” siendo alrededor de las 4:40 de la ta

espondían del todo, paseaba dando manotazos cortantes y ofreciendo agravios como si donara palillos

cibió sobresaltado al igual que un cachorro perd

¡perdón, lo siento de veras! — su excusa resonaba mucho después de que se tomara un tiempo

mitiendo en vivo! ¿Tú lo viste no? ¡Los camarógrafos de los periódicos que han asistido al evento perpetuarán la mala noticia! — pausó para tomar aire en su cara roja y luego acentuó con mayor severidad — ¡Por t

ado de terroristas, rebeldes y organizaciones, t

ha llegado para mí! — respondió Kerem ai

mi deber ocuparme de asuntos de mujeres, pero quién más iba a encargarse de su ropa! ¿tú que has salido sin prestarle ayuda? ¡La has abandonado en el peor momento! ¿Lo sabes? ¿Así que

ncomparable arrojado en manos de la prensa. Se habían apoderado de un vaso de agua prohibido y que posiblemente con dificultad volvería a congeniar con la normalidad. Eser la miró también sin intenciones ni culpas y con sensatez en su corazón reconoció que no

ncía con el peso de su persona. Tras las amplias ventanas azul claras se vislumbraba un paisaje resplandeciente de la costa alargada, chispas en el agua y pequeños oros en la arena que ansiaban ser pisados no pasaban desapercibidos por los peces voladores y las aves marinas. Un tono verde pisaba la arena inerme y su

ancas de las persianas. Daba la impresión de que el resto de los lábiles cristales, aunque claros y descubiertos se hubieran convertido en sus enemigos naturales. Para el asistente era la

speccionar la loseta pulcra que pisaba. No tenía valor para mirar a su compañero a los ojos, no soportaría ver la gravedad de la falta en su cara. No obstante, de vez en cuando levantaba la mirada aséptica con agresión hacia los bordes d

parecía acostumbrada a llorar con intensidad y que en esa situación evitaba ser ruidosa y desalineada. Supuso que ella jamás habría sufrido cosa semejante y que se habría enfadado

que he hecho no ha sido un acto intensional, de seguro que la magnificencia de su cuerpo en ropa interior habrá gustado a bastantes! — mentía, no deseaba expresarse de ese modo, era una persona noble. Menos pertenecía a ese grupo de hombres que no ven más que cuerpos y perciben en la des

la mujer que ahora se recluía y que, además, en un momento impensado se enfrentaría con él. Pronunció aquella locuacidad para que su acompañan

irás en serio, imbécil! — Evadía el comentario de

endo satisfacción. ¡Nada le gustaba! ¡Como sea! era el único exonerado del inescrupuloso incidente y de los residuos esparcid

ían molestado al igual que guillotinas. Respiró con profundidad al mirar las olas por la ventana y volvió a sentarse en el sillón amplio y níveo con tal rapidez que percib

ca, estatal, nacional! ¡Yo qué sé! ¡Korkuyorum! (tengo miedo) — entendía que, aunque era indispensable encontrar s

rrido significaba eternidades desagradables e inmóviles. ¡Y qué decir del espectáculo sucedido a la funcionaria! Las cámaras horribles apuntando con sus cintas y sus flashes monótonos y enfermos a sus tonificados senos, sus pezones paralelos a la superficie, a sus nalgas firmes, luminosas, abombadas, rayadas

a y su voz pronu

para un culpable como yo! — se dijo esperando que ese alejamiento actuara de medicina para tolerar regocijo en su cuerpo endeble que le daba la impresión de no resistir clemencia. Sin embargo, no estaba seguro de si la policía o el ejército que vigilaban afuera interpretarían su excusa como un plan de escape o una táctica para negarles el privile

indumentaria que al enredarse con su vestido le rasgó el seno derecho con el alambre duro, de modo que, una molestia irritosa y bien ofrecida le había obligado a quitárselo para vengarse. Si bien, no era esa la manera de pr

e aplomo y de nuevo odiaba sin excepción. Su sentimiento se orientaba correctamente, su repudio balanceaba su autoestima. Su desnudez se hallaba convertida en una herida abierta en su dignidad y esta, en una pieza cruel de la vida que debía sopesar. El esplendente suceso fue tan sorprendente y atractivo que incluso los diplomáticos que se habían mantenido indiferentes alcanzaron regocijos sugest

las lágrimas se han agotado, pero se quiere continuar con el llanto. Esa costumbre humana se convertía para ella en un acercamiento con un estado de la conciencia y la lástima, es decir, en pura gracia momentánea. Su furor había sido contundente,

re hubiera estado cerca de seguro que hubiera tratado de tranquilizarla y de hacer pasar sus motivos para sentirse destrozada como infundados. Las madres por lo general tienen una perspectiva

uprimió el efecto y colocó su voz en forma par

más que en lencería, en bikini o ropa interior ¡y ese lugar era la playa! a pesar de ser joven, estaba ya muy crecida para no haber realizado ninguna de esas recreaciones alguna vez en Europa o Asia. Si se hubiera concebido de esa manera habría hallado un pequeño agujero de escape, pero no miró esa luz. Para lograrlo, reque

a, él le mostraría una sonrisa de idiota esperando calmarla y hacerla sentir mejor, incluso sin conseguirlo. Eso sería muy grave, debería

tonces comprendió que por el momento no escogería entre indulgencia y resentimiento, debido a que las dos sobrepasaban su sensibilidad y que actuar bajo esa razón serí

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