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Historia

Capítulo 7 La Ministra Que Perdió Su Vestido

Palabras:2926    |    Actualizado en: 22/05/2022

TULO

de la independencia turca instauró un estado democrático y laico, es decir, separó a la religión musulmana del estado. Acción que trajo consecuencias positivas evidentes, entre ellas; la introducción de un código jurídico, la nulidad de los establecimientos islamistas, la substitución del alfabeto turco por el latino. En conj

maravilloso, Mustafa había tenido que prometer a las naciones que le apoyaron que después de conseguir la independencia cedería autonomía a los kurdos. El potencial salvador decidió con hipocresía y faltó

os y demás sobrantes ya aparecerían con sus armas dispuestos a hablar de libertad. [Lobos Grises: paramilitares de la extrema derecha turca; organización que vio la luz en 1961.] La economía no era bien vista ni por las moscas, hasta 1991 cuando Mesult Yilmaz, levantó la mitad de la cara decaída del país y refrescó las relaciones con Europa. No obstante, quien en

tor" por provenir de un ambiente rural enfrentaba uno de los periodos más convulsivos de la historia luego de llegar al Palacio Presidencial de Cankaya. De él, todo se sabe; noveno presidente del país, siete veces primer ministro, encarcelado, vetado de la política por un lapso, corri

*

y libres de rabia. Los autos sin distinguir estirpe los sometían, les lanzaban sirenazos hostiles y aguijonados para que se apartaran del camino que sentían suyo y que se encendía con su veneno. Los perros no son buenos peatones cuando tienen vacancia en el estómago; tampoco son i

se permitía a manera independiente elegir cuando detenerse o arrojarse con desenfreno. Era adulta, en amplio sentido formada, poseía una hermosa mirada infantil rodeada por unas cejas

a diario y que la comprometía por desempeño de su cargo con la prohibición. ¿De qué forma se haría para ganarse el lugar celestial de la lesbiana ausente

lindo rostro. - ¡Posiblemente mi corazón palpite al pulso de su mirada, incluso así, siento que es costosa esta demas

estímulo desértico picoteaba su latido esculpido de abedules. No conjeturó, porque de haberlo hecho al igual que los demás no habría estado exenta del pánico. Tampoco dio aires de ser de ese tipo de seres humanos supersticiosos que han nacido para esperar algo malo de todo lo malo y calamidades d

ilizaba, por ejemplo: trenes y canutillos de lamentos. Por lo regular, era pulcra y había vencido la barda de los caprichos, asimismo, era sana en sus furores e inclusive sus quejas que eran pocas causaban avenencia. En escasas oportun

verla. Esa mañana las motocicletas de resguardo llegaron retrasadas unos min

aba del mismo modo y en cada oportunidad conse

uy bien mi amor! ¡es un

seis! - había sido directa porque sospe

si mi vida, me parece perfecto! ¡Gracias por el regalo! - su su

eceptor; desde iniciada su relación

que llegue me

e hace no mucho había llegado a su apartamento y la llevó a su trabajo. La hora y el lugar de reunión no sig

diligencias hondas. Mañana sería un gran día y ni siquiera transpiraba al pensarlo, estaba comprometida con su país, con su gente y con la que no era suya ni lo quería. Salió de su habitación y caminó a la sala para verificar el trabajo realizado por el ce

su boca una deformidad de nácar carmín. Sus labios despegaron besos de análisis, a consecuencia de la lectura. Sabía de la insuficiencia, de la dificultad para cumplir con su compromiso y le es

, la mancillaba. Se preguntó de dónde había sacado las ideas que se traían desde atrás de la historia a manera de una crónica apocada, su asistente las había reunido ¿quién sabe de qué manera? ¡Con la política nada que ver! Las perspectivas le gustaban, eran íntimas de un pensamiento rabiante, el

su clase y su forma de vivir. Pensó que no convenía iniciar retando a nadie y enseguida llamó a Kerem para pedir que modificara las tinieblas subrayadas en unos cuantos renglones. De no hacerse su comentario fiel y moralista crearía

ían extinguido en las horas de la noche las ideas antes escritas y si era atrevimiento, deseó enterarse si había acabado. Pero ¿por qué debería cambiarlo? pensó y esa interrogante automática que igualmente consideraba relevante le traía posibles mil respuestas y ninguna rendía cuentas ni alcanzaba grado de satisfac

escalinata, sin embargo, se apartaban de su grito original y se cubrían bajo la sábana gramatical y sintáctica de un relato calmado y pleamares adornados de complicidad. El (اشهد أَنَّ لا إله إلا ألله وأَن محمدا رسول الله Ašhādu anna lā ilāy illā [A]llâhu wa a

stero y Asuman extendió su incertidumbre acerca de si lo anteriormente plasmado en el rostro de la hoja era de su posesión o lo había extraído de un lejano pensamiento, idéntico a la aspiración de humo de un cigarrillo ajeno. Cómo fuera, este argumento

(el texto le ofrecía esa ventaja). El desconsuelo de haber eliminado expresiones tan sentidas la desmoralizaba y la despojaba de autoridad. También estaba al corriente de que no debía dañar sensibilidades, que las había por supuesto y que varias surgían de la necesidad de economía personal y del usufructo del pueblo explotado o mejor dicho violado. La cámar

os de quienes conducían los tanques, obstruir los gatillos de las armas y paralizar los escudos, las bombas y las balas. Por esa razón, no tenía sentido acopiar rivales entre sus compañeros por un discurso, necesitaba arrebatar a la mayoría de la comodidad y

ien que se pusiera a favor de la equidad y el pacifismo y del lado de su feminidad, más cuando les recordara que Demirel le había entregado potestad homóloga a la suya. La vacilación se centraba en la cantidad de miembros políticos que co

mpezarían con ellos. El remedio era el temor, el Presidente se apoyaba en ellos, su estrategia de fortalecer lazos cuando llegó al Palacio venía entregándole preeminencias maravillosas. Con ese temor la ministra conseguiría que lucharan aun yendo en contra de lo

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