NDA
TULO
rible aclarar que lo hicieron por pasar el instante antes que por recobrar aliento. La morada se volvió clara, los ojos difíciles al principio se acostumbraron a la penumbra e identificaron en su totalidad l
a de la lámpara china y se quedó examinando los detalles ocultos en la franja negra. Escrutó sigilosamente su cartera. Fue complicado encontrarla pues al no tener idea de donde la había tirado se mantuvo metiendo las manos a ciegas por don
bajo resultó cuestión de tiempo y de un azar torpe e indolente. Encontró su bolsa hundida y abrigada, era raro que se escondiera con esa habilidad en las sábanas constantes y era todavía más extraño porqu
dro de una geisha apenas visible en la pared - ¡es más, es extraño que abando
mohada - ¡Conservo una imagen de mí en mi cabeza siempre la reviso y cuando observo que me aparto de la
jo - ¡además no me molesta! ¡Eres una mujer libre! - consintió esto
Gra
nclinada tocó la mitad de su amena cara. No urgía por la respuesta, sabía que mientras la aplazara y la sostu
ida por la bienvenida de verano entre el celo y la almohada y no lo ocultaba, aunque expresándolo apenas sí gesticulaba. - ¡No hace mucho creo! ¡para mí es un
asunto estiró la boca en un gesto efímer
interesante, lo puedo confirmar porque en ti todo pare
tardanza porque lo que acababa de escuchar atentaba su goce, explicó con arrebato que no pertenecía al pedestal en el que por simpatía, saña o costumbre había sido colocada. Que era la contadora joven y hermosa de una multinacional espetó con rigidez mientras elevaba l
orama, Gizem que había escuchado sin protestar sacudió la cabeza jamás hubiera esperado que a la novia de la ministra le sucedieran estas confusiones tan desatinadas. Por lo visto, estar enamorada de Asuman no la ex
entido. Ella se ajustaba a sus medidas de estética, lo demás, es decir, sus vanidades eran sobras. Sustancias vaporosas e inciensos relami
una mujer sana! - Aquello que solicitaba la fisicoculturista era una respuesta pronta que muy dentro esperaba qu
ó - ¿crees que hoy me has encontrado en un basurero? - El silencio prosperó por un instante, ambas se protegieron en
erante contadora administrativa. Pues no todas las "prostitutas" alcanzan esa instrucción y si fuera así, qué protervo que una profesional comiera
! - añadió Gizem sin excitarse. Las cimas de sus hombros s
¡Se la hago a todas y tengo dinero para inquirir y convencerlas, muchas se resisten al principio, aparentan no desear nada, pero después ceden! ¡Las identifico desde la ventana de mi auto, si fingen y se visten decentemente es porque tienen miedo de s
si es atrevido, pero al fin y al cabo no nos conocemos y tenía mis razones! - Las dos hablaban en serio. la fisicoculturista pensaba que la contadora no tenía derechos sobre ella, porque no goza
araíso encomiable y la atmósfera de sosiego en los que se suspendían se deterioró con rapidez y los trozos cayeron en sus facciones rectangulares. Había sido la peor de las e
demasiado, había experimentado situaciones donde las mujeres apreciaban mucho una dignidad inexistente; eso sí, antes de con
ió un largo respirar
taba que a fuerza la usaba sin previo ensayo causando que tal presteza rompiera su limpidez. Reconocía que era suya la culpa, que su compañera solo había sido sincera
y se sintió encallándose en cada fracción de la orilla con esas palabras vagas y nadadoras. Y considerando que para la magnitud de su acotación el estímulo había sido minúsculo se rectificó con la agilidad de un pájaro, si a eso se le puede llamar reparo. - ¡No, no, olvídalo, no dije nada! ¡No es nada, disculpa! - sus ideas se agitaron en una
ber con anticipación con quién se acostaba para actuar de manera distinta. Se sentía incompleta, frustrada. Improvisó en su encuentro y tal improvisación había truncado la exposición de su lujuria. Eso le resultaba doloroso, tanto como
apresuró a decir c
lida para no terminar herida. Gizem ya no estaba a su disposición, se acababa de colocar la ropa interior verde oscura y se disponía a tomar su
tividad y la mandaron hacía el cuarto de baño, y allí con severas arcadas se deshizo del acto de reciprocidad corporal. Es patente que algo se arriesga cuando se pretende huir. El océano de leche y diamantes en que hicieron el amor se desprendió con el tamaño de una fruta podrida y chocó en la nit
fundido y con ellas descubría su humillación - ¿y ahora qué? ¿no dices nada? ¡esto es repugnante sabes! - allí terminaba su reclamo. S
que el esfuerzo empeorara su enfermedad. La forma de vestir y verse vestidas las había cautivado y motivado a entregarse y la decente apa
vivido. Una excusa digna se le había presentado para deshacerse de quien prometiéndole el cielo despejado le dio el paraíso repleto de celajes. Y la misma le corroboraba
ndose sin descaro de lo recientemente ocurrido y a la postre concluyó en que había sido una experiencia infructuosa. Su
s sensibles. Esa especie de hermosa satisfacción sin querer la llevó de nuevo al vómito y a tirar de la palanca plateada, convencida de que moviéndola de prisa su cuerpo eliminaría el asco y la marea contenida en su estómag
a rectitud era mejor que permaneciera nimia y ermitaña por unos días. Mañana su novia estaría a metros de la playa, así que, no la vería para rectificarse, a menos que viajara. No sucedería; nadie estaría listo para conocer o descubrir de sorpresa su t
ñar con la nada oscura. ¡Comenzaría a disfrutar de un regalo nacido del sufrimiento! Tendida en la cama marina como cetáceo desdoblado al filo de la arena con su síntoma enfermizo, respiraba con tal profundidad que cualquiera que la hubiera visto habría deducido que esa a
z bella se plegó con la liviandad de una comezón en un sueño alucinante y furtivo. Finalmente, se sentó, sus extensiones parecieron las de un muerto que acabara de cobrar una vida a medias; quince leves minutos habían
tortuga gigante chapuceando en un mar de muelles. Cerca de las ocho, el mal fue desapareciendo y su cuerpo volvió a ser la roca humana de antes. Cuando se sintió realizada, se reacomodó los senos de tulipán duro, el estómago, se colocó maquillaje y ajustó en mediana porción sus bíceps al hacer puño con su hermosa mano colocándose las ajorcas. Su pel