img La Ministra Que Perdió Su Vestido  /  Capítulo 5 La Ministra Que Perdió Su Vestido | 27.78%
Instalar App
Historia

Capítulo 5 La Ministra Que Perdió Su Vestido

Palabras:1856    |    Actualizado en: 22/05/2022

ÍTU

en el estacionamiento la señorita se quedó en el auto con la puerta abierta conteniendo una respiración profunda, viviendo desde el interior con aquello que ingresaba del espacioso piso. El lugar estaba en silencio

aría en asuntos formales. Eso la disgustó; le preocupó lo normal, se encontraba llena de dicha, por otro lado, la situación se solucionaría en la mañana cuando su ayudante le entregara dos reproducciones adicionales sin defectos. La señorita F. necesitaba aquellos papeles

gar que vio, para ello había varios sitios disponibles. Los malos aires soplaban afuera, pero en su casa se respiraba paz. Se despojó pronto de sus zapatos metálicos y plateados sobre los que reinaban sus

ra excelente con el color de su brasier enternecedor que guardaba reserva de los rostros y cumbres frescas de sus senos. La torneadura inquieta de sus piernas se revolvía en una ola tentadora, frágil y codiciada. Su cuerpo podría volverla famo

, de una turca europeizada. Los tonos de humor, la seriedad, la madurez, una vanidad esperanzadora y a veces lo contrario; un enojo o malhumor nacido de su

on el pelo corto, rubio por no decir blanco y en edad de ser madres de presidentes o protagonizar polémicas con cualquier asunto, incluyendo los descarados. Vale destacar a esta clase de figuras públicas, porque incl

o de ser en cualquier lugar una dama libre! Las demás civiles, aunque también gozaban de cierto indulto todavía corrían el brutal riesgo de recibir piedras, a veces sin siquiera tomarse en cuenta que obedecieran de pies a cabeza l

escansar, le aportaba relajación, además le aseguraba que estaba en casa y no en la calle esperando en una intersección desde donde en cualquier momento era posible ver a gente morir por disparos o explosiones. Acarició sus muslos misteriosos y expuestos con la dulzura de su tacto. Luego s

s y una imagen revoloteó por su mente al atascarse un poco su mejilla. De súbito entre sorpresas recordó al padre de su hija. Extinto por voluntad. Lo moduló y reconstruyó con piedad inesperada, ya no lo amaba, sentía un

minar de llenarla con agua caliente le colocó su perfume favorito y se sumergió en el color violeta de su fondo mientras aspiraba el delicado aroma de una flor. Sus respiros trajeron al epitelio olfativo y a sus cilios sanos todas las sustancias que en una aspiración descuida

os franceses al Puerto de Zonguldak]. Los Pasha, Thair Bey Etendi y Mustafa Efendi propietarios de las cuevas triunfaron ante un grupo de su partido designado para luchar por los derechos de los trabajadores antes

al basurero el óvulo solitario de la flor muerta y desmembrada. Pensó en que Gizem estaría a punto de llegar a espolear su silencio y dibujando una sonrisa se marchó a la cocina a preparar un poco d

gracia su corazón. Ingresó a su habitación, se puso bella con su ropa cotidiana, abrigó un agradable infierno primaveral y coqueto en sus labios y mejillas con el maquillaje. Era justo lo que

. ¡Bueno, para lo que le plazca! Ella y su casa representaban la calidad y caracteres de persona discreta y consciente. Sin exageraciones ni abusos de libertad

e ser que en Turquía todo se colma de flores, de base traía un plato hondo con trozos de hielo bien aproximados a la pared para que enfriaran con prontitud la ansiedad. Había apreciado en la cocina el primer bocado para calificarl

homosexualismo. “Las Mil y Una Noches” también preservan entre sus hojas quiméricas acercamientos sexuales entre personas del mismo género que podrían citarse para quien lo dude, pero que no son muy necesarios, pues no se puede convencer de gran manera a quien se niegue a creer, aunque vea si se excusa en

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY